sábado, 25 de abril de 2015

Relaciones laborales



Adriana Meyer apareció puntual, el primer día de trabajo, en la nueva empresa. Tenía cincuenta años. Era una mujer culta y atractiva. Acababa de terminar una relación tormentosa que la había hecho cambiar de empleo y de ciudad. Se había prometido a sí misma no volver a enamorarse. Los hombres solo le traían complicaciones.
Entró en su despacho. La austeridad de la decoración le produjo una agradable sensación de bienestar.  Un gran ventanal, con vistas al jardín botánico,  iluminaba toda la estancia.
—Buenos días —dijo un hombre joven desde la puerta—, soy Carlos, su ayudante. Quería darle la bienvenida en mi nombre y en el del resto de los compañeros.
—Buenos días —contestó ella—, muchas gracias, Carlos. Espero que podamos hacer grandes cosas juntos. Me refiero al trabajo, naturalmente —añadió al ver el rubor que apareció en las mejillas de su ayudante.
—Ah…, sí…, claro…, por supuesto, eso espero yo también.
Carlos Vila era un hombre de treinta y cuatro años, que había tardado diez en cursar una carrera técnica de tres cursos, y que nunca se había atrevido a acercarse a una mujer. Escondía cierta belleza detrás de unas grandes gafas. La visión de Adriana lo dejó conmocionado. Se pasó toda aquella mañana sin poder concentrarse en su trabajo, disimulando de cara al ordenador, y dirigiendo furtivas miradas hacia el despacho de su nueva jefa. Le temblaron las piernas cuando le habló. Se fue al bar a tomarse una tila a la hora del almuerzo.
Formaron un buen equipo de trabajo. Iban de un proyecto a otro sin tregua. Le robaban horas al descanso y al sueño. A los pocos meses, recibieron la felicitación de sus superiores.
Un sábado de abril, Adriana se levantó muy inquieta. Había soñado con Carlos. Llevaba meses con el cuerpo adormecido, volcada en el trabajo. Buscó el móvil y pulsó su nombre.
—Hola, ¿quieres cenar en mi casa esta noche? —le dijo sin rodeos.
—¿A qué hora? —le contestó él.
—¿A las nueve te va bien?
—Allí estaré — dijo tajante.
Adriana era consciente del peligro que corrían pero no le importó. Sólo será una aventura, pensaba. Él era tan servicial… Estaba siempre allí dispuesto a obedecer sus órdenes sin la menor dilación. A veces no tenía ni que pronunciarlas de viva voz. Sería un amante perfecto.
—A tu salud —le dijo ella, alzando su copa de cava.
—A la tuya —le contestó él.
Devoraron el salmón al horno y la ensalada que Adriana había preparado con mimo intelectual, siguiendo paso a paso la receta de un libro de cocina.
A los postres, con el sabor de los bombones de chocolate, que había traído él, en los labios, se revolcaron por el suelo a iniciativa de ella. Le enseñó cómo amarla y él aprendió rápido. La llamaba «vieja» porque no quería enamorarse.

 Con Carlos todo fue fácil. Siempre acataba, nunca pedía. Siempre estaba dispuesto. Era incondicional. Fueron amantes secretos durante varios años, compañeros de trabajo insuperables, y amigos de por vida.

5 comentarios:

  1. No está mal pero nos has contado una película entera en vez de una escena.

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  2. Es cierto lo del tiempo. La protagonista seductora parece que quiere solo hombres domesticados a su antojo.







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  3. Eso es un hombre obediente, cada vez quedan menos. Está bien pero no es una escena.

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  4. Tiene que ser una escena?
    Mi madre,qué difícil!
    Y yo que quería yintentarlo...

    Bueno,el relato a mi me ha parecido bien (no entiendo mucho,eh? ) sólo corregiría alguna construcción gramatical.Se ve venir la cosa pero yo no le encuentro nada malo.Es su manera de contarlo.Otras son más intrigantes.
    De todos modos no entro en lo de la escena porque no entiendo muy bien lo que quereis significar con eso de describir una escena.

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  5. La idea me sugiere y me resulta divertida, pero, a mi parecer, sobran pausas o tiempo. Algunos finales de frase son demasiado abruptos, lo cual lo encontraría mucho más atractivo si sólo se tratase de una de las escenas: frases cortas para ilustrar un momento del relato, que ese momento mostrado en fuertes imágenes fuesen todo el relato en sí. Sin embargo, al haber diversos tiempos y espacios en el texto, siendo éste breve, no conjugan. Alargaría las frases y desarrollaría un poco más la historia, o bien, recortaría espacios y mantendría la musicalidad en grandes pausas.

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