sábado, 28 de febrero de 2015

Desengaño




-Me aseguraste que cuidarías de mí, que nunca me dejarías morir, que yo era tu cielo, tu sol y tus estrellas.
-Sabía que eras viejo y millonario, pero no me imaginaba que fueses tan gilipollas, Mariano. Anda que...


REVISTA VALENCIA ESCRIBE - MARZO 2015




Queridos amigos, ya está disponible la revista de marzo.

Podéis verla en:

Y descargarla (en formato PDF, 6.66 Mb), en:

El caloret de mi prima Merche




Mi tío Pepe era Fallero. Así, con mayúsculas. Cuando hace años se presentó a las elecciones municipales de su pueblo  sus compañeros de candidatura indicaban debajo de su foto su profesión: Funcionario, mecánico, contable, etc. Pero mi tío Pepe, aunque era un reputado ebanista, que recibía encargos de toda la comarca, no quiso que se escribiera otra cosa que no fuera Fallero.
En la asamblea fundacional de la Falla de la Plaza, fue elegido por unanimidad Primer Presidente. Y mi prima Merche, con 9 años, fue elegida Fallera Mayor Infantil.
Pero el año de gloria llegaba ahora, cuando con 17 años fue proclamada Fallera Mayor.
Mi tío Pepe y mi tía Amparo recorrieron las principales tiendas de Valencia para proveer a su hija de los mejores trajes. Este para las mañanas, éste para las tardes. Estos zapatos para los desfiles, estos otros para los actos en el Casal. Complementos, abalorios, nada era suficientemente bueno para la “niña”.
Como todo tiene un límite monetario, mi tío Pepe se quedó corto. Tuvo que pedir a su amigo Sebastián, el de la Caja, que le concediera un préstamo para poder pagar tanto dispendio. Ni qué decir tiene que Sebastián era amigo, pero también banquero. El préstamo le costó a mi tío 7 años de gravosas cuotas mensuales. Pero ésta es otra historia…
Volvamos a los actos correspondientes al Reinado de mi prima Merche. Después de la brillante proclamación, llegó la noche de la “cridá”. En el balcón del Ayuntamiento de su pueblo, rodeados de las máximas autoridades locales, Alcalde, Concejal de Fiestas, Señor Cura y Cabo de la Policía Municipal, mi tío y mi prima no cabían en sí de orgullo y satisfacción.
Después del discurso del Sr. Alcalde, quien en un perfecto castellano de Valladolid, glosó las excelencias de nuestro Idioma Valenciano, la Belleza de las Labradoras Valencianas, y emocionó a su auditorio con sus referencias a las Rosas, al Olor y al Color, le tocó el turno a la Fallera Mayor. 
Un poco nerviosa, la verdad, se acercó al micrófono. Con el dedo índice lo probó  tres veces: Toc, toc, toc. Y pegando sus labios al micro pronunció las tres palabras que iban a suponer la desgracia fallera de su padre y la vergüenza y el oprobio para toda nuestra familia. Alto y claro dijo:  Visca el Barça !



viernes, 27 de febrero de 2015

Elevándome





Es cierto que la garganta y el estómago duelen al unísono. Sé que piensas que mi delgadez sólo trae enfermedad y pena, pero no, estoy en estado de transformación. De lo que vivo a lo que soy, preparo un animal mucho más fuerte.

Sarah Martínez
http://alasombradelparnaso.blogspot.com.es/

Vida



La existencia sin sentirte no es vida, Vida
Los espectros vagan, las calles como mausoleos, sin acordarse de existir
Sin sentir el pálpito, sin mirarse las venas, sin recordar que están vivos
El suelo está mojado, olvidándose de mirar el cielo
Puesto que la lluvia cae, y moja sus caras
Pero no sienten más que frío






Sarah Martínez
http://alasombradelparnaso.blogspot.com.es/

miércoles, 25 de febrero de 2015

Anorexia



Era la gordita de la clase, sus compañeros se burlaban de ella sin piedad, todos sabemos lo crueles que pueden llegar a ser los niños; su madre en cambio la lucía orgullosa para que todos vieran cómo comía la niña y cómo se criaba de hermosa.

Pero con el paso de los años esto llegó a ser un verdadero suplicio para ella. Dieta tras dieta, no conseguía grandes resultados, se sentía atrapada en aquel cuerpo que le horrorizaba cada vez que se miraba en el espejo.

Una “amiga” le comentó que había ciertas páginas en internet que quizás pudieran  solucionar su problema, otras chicas que se sentían como ella habían conseguido resultados extraordinarios siguiendo sus  consejos. Lo hizo, las visitó y desde ese momento entró en una oscura dinámica que la condujo a una extrema delgadez, tan extrema, que todo su organismo empezó a descompensarse, su madre no entendía qué le pasaba a su niña y para cuando quiso reaccionar,  pese a las advertencias de familiares y amigos, fue demasiado tarde. Su niña levitó hasta lo más alto y desapareció.

Viento


Viento.
El viento que entra por mi ventana
mueve el aroma de tu cuerpo.
Y te extraño, viento.
Ese viento de tu boca
que me rodea el cuerpo.

Viento.
Mágico viento que significas ausencia
que yazca mi cuerpo tranquilo haces
a su espera.

El retorno.
Viento.


Sarah Martínez
alasombradelparnaso.blogspot.com.es

martes, 24 de febrero de 2015

El amor en los tiempos de meetic y sus comentarios



Yo he visto y oído muchas cosas, demasiadas. La última es la locura de una de mis mejores amigas, Amanda. Quedé con ella el sábado en el café de La infanta. Apareció exultante. Había adelgazado varios kilos desde que rompió con Juan. Iba perfectamente vestida y maquillada. Nadie hubiera dicho al verla que pasaba de los sesenta. Nos sentamos a una de las mesas del rincón de siempre y empezó con su confesión. Cada vez que la veo aparece con una historia nueva.

-¡Que me he enamorado, Elvira, y esta vez va en serio! Me he vuelto loca de remate por este hombre.
-¡No me digas! Pero quién es, cuenta, de qué lo conoces.
-No lo conozco, bueno, no lo conozco personalmente. Es de Meetic.
-¿De Meetic? Y dices que te has enamorado pero ¿cómo es posible?
-Como lo oyes, Elvira, nunca había conocido a nadie como él. Es sueco, alto, fuerte, viudo, rico. Y lo mejor: dice que soy la mujer de su vida, que ha encontrado un diamante y que va en serio, que no tiene tiempo que perder.
-A ver, a ver, para. ¿Cómo sabes que todo eso es verdad?
-Porque lo sé. Tendrías que leer sus apasionadas cartas. Yo vivo solo para ver su nombre: “Melvin Gunnar”, iluminar la bandeja de entrada de mi Hotmail.
-Pero desde cuándo lo conoces?
-Desde hace una semana.
-¿Una semana y ya te has enamorado? Tú no estás bien.
-Yo sé lo que me hago, Elvira, Ya soy mayorcita.
-Eso sí que es una verdad.
-¿El qué?
-Lo de que ya eres mayorcita como para andarte con esas tonterías. No te acuerdas de lo que le pasó a mi amiga Irene, la de Murcia.
-Mira, Elvira, he decidido poner las cartas sobre la mesa. Nadie es perfecto. Hoy en cuanto llegue a casa le escribo. Voy a decirle que no me importa que no sea sueco ni rubio ni alto ni rico. Que me da igual que sea un scamer nigeriano. Que si necesita dinero que me lo pida. Pero que no deje de enamorarme nunca con sus maravillosas cartas.
Hasta aquí la historia que escribí de mi amiga Amanda pero poco después sucedió un hecho harto sorprendente. Publiqué el cuento en el blog de la comunidad en la que escribo, Valencia Escribe, el día 10 de febrero del 2015. Sin ninguna intención determinada escribí el nombre real del scamer y este detalle no tardó en producir consecuencias en forma de comentarios anónimos: 

Anónimo22 de febrero de 2015, 17:27
Hola, que a mí me está pasando lo mismo que escribís ahí con una persona que se llama Melvin Gunnar y que me dice exactamente lo mismo…, no es para reírse, chateo con él y en algún momento he llegado a pensar, por lo que tarda, que chatea con más a la vez…, y me dice exactamente lo mismo, me da la impresión que a esa otra mujer…,  creo que nos está tomando el pelo y deberíamos hacer algo. Si queréis comentarme algo, hacerlo por aquí, no voy a dejar mi mail.

Anónimo22 de febrero de 2015, 18:31
Soy la misma persona de antes, perdonadme por no decir mi nombre, pero ¡me da tanta vergüenza ser tan tonta! Aunque no he creído todo lo que decía, sí me he sentido ilusionada, para que nos vamos a engañar. Por favor, decidme como es la estafa en concreto, yo ya había pensado que, como ahora está trabajando fuera según dice, chateaba con varias a ver donde se metía cuando volviese, y que escogería la que le interesase más por su domicilio, porque a mí me ha pedido la dirección y he sido tan estúpida de dársela, no completa pero se ha he dado. Si lee esto la persona afectada por esta situación o la que lo cuenta en su nombre, por favor, dime algo por aquí. Estoy preocupada. Gracias.

Me quedé perpleja después de leer estos comentario y le contesté:

22 de febrero de 2015, 19:19
Tranquila. Normalmente son nigerianos que lo único que hacen es pedirte dinero. No es que sepa mucho de eso pero es lo que me han contado. De pronto te dice que ha tenido un accidente y te pide que ingreses dinero en una cuenta de África. Y dime ¿cómo has llegado a este cuento?

Anónimo22 de febrero de 2015, 19:35
Tengo un perfil en meetic, bueno tenía porque Melvin Gunnar me pidió por favor que lo quitase, que era más honesto, lo que hice porque la verdad, aunque a él le dije que era reciente llevaba mucho tiempo puesto, sin foto y tenía pocas visitas y no valía de nada. Él contactó conmigo, me dijo que era viudo, que trabajaba para  la Shell Company, que estaba esperando irse fuera por un contrato y que llevaba un año viviendo en Madrid.  Y ya sabes, qué flechazo. Le seguí un poco la corriente al principio porque te hace gracia, pero la verdad es que me lo he llegado a creer. Él me envió dos fotos, y el día 14 una Valentine´s card, claro, y muchos correos muy románticos. El 13 de manda uno diciéndome que él pensaba que se iba a ir dentro de un mes, pero que ha recibido una carta de su compañía que tiene que incorporarse a su puesto de trabajo el 14 o 15 de febrero. Sigue, seguimos con nuestros correos y chateamos a través de un chat de yahoo desde hace tres días. Me empieza a mosquear que tarde a veces mucho en contestar y en dos o tres ocasiones muy claro, me pregunta o dice algo que no tiene nada que ver con mi conversación.
Lo que tú cuentas en tu blog entonces no es verdad, ¿te lo has inventado? ¿no conoces a nadie que le haya pasado? Es que el nombre es el mismo... A mi me ha dejado muy mosqueada

Anónimo22 de febrero de 2015, 19:40
Se me ha ocurrido meter hoy su nombre en el google y me ha salido un enlace a tu blog, donde he leído lo que cuentas, y me he sentido ridícula, ingenua, tonta y no sabes cuántas cosas más, porque además con alguno de sus correos-cartas he pensado que parecían sacados de un manual de cartas de novela rosa del siglo pasado, y contestaba en el mismo tono o más, a ver qué más se le ocurría, pero a la vez sorprendida de lo que me estaba pasando.... ¿cómo se puede ser tan boba?.... Es que me faltan dos años para cumplir los sesenta, que no soy una adolescente, que soy, en general, más bien desconfiada y, fíjate.... Muchas gracias por contestar a lo que te preguntaba.

Anónimo22 de febrero de 2015, 19:42
Bueno..., me acabo de dar cuenta de que es una página de escritores, que se llama Valencia, pensé que era un blog de alguien que se llamaba Valencia.... puffff.... más vergüenza todavía, y yo contando aquí tonterías, y además me gusta escribir, casi mejor lo escribo como cuento, que lo es y chino y os lo envío. Menos mal que lo he hecho anónimo, sino me meto debajo de un ladrillo. Gracias, y otro día entro a leer cuentos.

Y aquí acabaron las intervenciones de mi comentadora anónima por el momento. Estuve dudando sobre cambiar el nombre del scamer pero no lo hice. Pongo punto final a una historia que sin duda tiene muchas continuaciones.

lunes, 23 de febrero de 2015

APARIENCIAS


El día que la Guardia Civil la sacó esposada de su casa, los vecinos se congregaron atónitos ante las puertas del edificio. Al principio eran unos pocos, aquéllos cuyo sueño ligero se había interrumpido por el estruendo de sirenas y el ajetreado ir y venir de policías y personal sanitario. Cuando el día empezó a clarear se les fueron uniendo los que salían del inmueble para acudir al trabajo y se encontraban ante sí con el inesperado espectáculo. Nadie parecía entender demasiado, pero no por ello se privaban de dar su opinión. Había incluso quien se atrevía a mostrar su indignación en voz alta:
          - ¡A dónde vamos a llegar!
          - La culpa es de ustedes —exclamaban los más osados al paso de los agentes—. Llevaba años maltratándola. ¿Qué iba a hacer si no la pobre chica?
        - ¡Qué lástima de muchacha! –lamentaba en cambio Doña Ascensión, alejada involuntariamente del gentío por el cordón policial-. Con todo lo que tenía encima, deberíamos agradecer que no le diera por encender la bombona de butano y hacernos volar a todos –insistía a sus amigas, todas ellas ya jubiladas y quizá demasiado proclives a la prensa sensacionalista.

     Pero, a pesar de las protestas, ninguno de los allí presentes había llamado a la policía. Puede que ya habituados al griterío proveniente del 2ºB decidieran no darle mayor importancia. O quizás era más fácil dar media vuelta en la cama para intentar conciliar de nuevo el sueño que enzarzarse en disputas ajenas. El caso es que nadie pudo presagiar que aquella noche, a las seis de la madrugada, se encontrarían todos en la puerta del edificio para ver salir maniatada a una de las propietarias, mientras en el interior la policía judicial levantaba el cadáver de su marido.

     De hecho, la historia se hubiese perdido sin más en el olvido de no ser porque semanas después apareció en la prensa local y el bloque entero descubrió la peligrosa tendencia de la detenida a distorsionar la realidad, debido a una grave paranoia. Entonces la indignación se tornó remordimiento al darse cuenta de que jamás habían escuchado un golpe, ni tan siquiera una palabra más alta que otra por parte del supuesto maltratador. Nunca habían visto moratones o signos de vejación en el cuerpo de la muchacha. Ni siquiera el par de veces que hubieron de alertar a la autoridad por la contundencia de los improperios que se colaban por el patio de luces pudieron demostrar nada. Algunos incluso empezaron a recordar aquella vez que les pareció escuchar al esposo en un vano intento por tranquilizar a la mujer, animándola con denuedo a tomar la medicación.

     Para Doña Ascensión, en cambio, todo eso poco hacía mudar su perorata:

    - ¡Qué lástima de muchacha! —suspiraba mientras ojeaba el periódico en la cocina—. Con todo lo que tenía encima, deberíamos agradecer que no le diera por encender la bombona de butano y hacernos volar a todos.






domingo, 22 de febrero de 2015

"No me arrepiento"

“Nombre: Igor Cherysev. Alias: el Mongol. Lugar de nacimiento: Kiev. Rasgos: ojos marrones y achinados, cicatriz en el lado derecho de la cara, brazos llenos de tatuajes con cadenas. Complexión: fuerte. Altura: 1,90. Antecedentes en Rusia: extorsión, protección y proxenetismo, encarcelado por robo a mano armada en Moscú. Denunciado en Francia por proxenetismo. Residencia actual: España, habla español perfectamente. Hábitos: bebedor y fumador empedernido, consumidor de cocaína”. Era él. Estaba sentado en una mesa en lo más oscuro del local. Le reconocí inmediatamente. Había visto muchas fotografías de aquel tipo durante mis investigaciones. No me daba miedo. Me guardé el papel donde estaban apuntados los datos extraídos de su ficha policial y le abordé.

—Eres Igor Cherysev —le dije mientras me sentaba frente a él. Puse mi vaso, whisky Chivas sin hielo, encima de la mesa.
—No te conozco —me replicó y me lanzó una mirada que llevaba veneno. Tenía ojos de asesino.
—Yo a ti sí. Quiero hablar contigo.
—¿De qué? ¿Quién eres tú? ¡Fuera de mi vista! —su vozarrón atronó en el local.
—¿Y a esta chica la conoces?
Saqué de mi cartera la fotografía de una chica rubia, jovencita, muy guapa. Se la quedó mirando como obnubilado.
—Se llamaba Miriam —le apunté.
—Nunca la he visto.
—Mientes, Mongol. Miriam tenía 20 años, la vida por delante, un mundo por descubrir. Había sido una niña maravillosa y una buena estudiante hasta los quince años, quería ir a la Universidad, pero os metisteis en medio. Corrompéis todo lo que tocáis.
—¿De qué me hablas?
—Era demasiado joven cuando os la llevasteis.
—No me importa lo que dices. Vete de aquí o te van a sacar con los pies por delante —Igor Cherysev echó una mirada a dos matones que habían salido de la barra y permanecían atentos a nuestra conversación.
—Miriam se escapó de casa cuando tenía 18 años, desapareció como si se la hubiera tragado la tierra. Ahora he averiguado lo que le sucedió.
—No me importa nada la estúpida historia de esa chica.
—Yo creo que sí te importa, porque estuvo trabajando en uno de tus infectos tugurios —le mostré otra fotografía en la que aparecía él con Miriam del brazo en la barra de un bar de copas.
—Nosotros no obligamos a nadie —me dedicó una sonrisa cínica y estuve a punto de saltar sobre él y borrársela de un puñetazo. No lo hice, tenía otros planes.
—Vosotros la engañasteis, la introdujisteis en el mundo de la cocaína, anulasteis su voluntad, la destruisteis. Sois una banda de degenerados sin escrúpulos. La chica apareció muerta por sobredosis hace un año. ¿No empiezas a recordar?
—No. Y, además, ese no es mi problema. Si esa chica estaba desquiciada y enganchada a la cocaína, yo no tengo nada que ver. Hay muchas así. Vete por donde has venido y déjame en paz.
—Miriam era mi hija —le dije.
—¡Echad a este loco de aquí! —gritó Cherysev a sus lacayos.

Demasiado tarde. No les di tiempo. Saqué la pistola que llevaba en el bolsillo, una Sig Sauer que había comprado por internet. Disparé a bocajarro, directamente a la cabeza de Igor Cherysev. La bala le estalló entre ceja y ceja. Murió en el acto.

 Le he contado al juez lo que ocurrió, soy culpable. Me ha dicho que nadie se puede tomar la justicia por su mano. Van a condenarme. No me importa. Cumpliré la pena que me impongan, pero no me arrepiento. El mundo es un poco mejor desde que maté a Igor Cherysev el Mongol.


                             Vicente CARREÑO

Best-Seller




Perteneciente a una especie en extinción, la de los escritores, Mario sobrevivía a duras penas acosado por la mano destructora del hombre. El IVA cultural, la piratería, el intrusismo entre otras muchas cosas, convirtieron su vida en un auténtico calvario. Un día, desesperado, decidió suicidarse "literalmente" hablando. Escribió un best-seller. Descanse en paz.

                                                                                                                Marisa Martínez

Pascual




Pascual era un buen hombre. Tímido, retraído, siempre correcto y educado, querido por todos. En el trabajo, una empresa familiar en la que llevaba casi cincuenta años y donde era considerado como de la familia, se había convertido en imprescindible, pues siempre estaba ahí cuando se le necesitaba. Pero llegó el momento de su jubilación, aquel que esperaba con auténtica angustia y que sabía no podía retrasar más.

Su trabajo era lo único que llenaba una vida vacía y triste, que transcurría entre las cuatro paredes de su casa junto a su tía Matilde, quien se había ocupado de él desde su más tierna infancia. Primero su padre, en un accidente laboral, y unos años más tarde su madre, por un cáncer fulminante, le habían dejado huérfano con tan solo siete años.

Matilde, soltera de vocación, se dedico a él en cuerpo y alma. Pascual llenaba el vacío que hubiera podido ocupar cualquier hombre. Algún pretendiente había tenido, pero ella siempre terminaba por rechazarles; su único objetivo era su niñito y esa fue su prioridad, aunque un comportamiento tan protector no benefició en absoluto a Pascual, pues hizo de él un ser indefenso y sin carácter. Ni que decir tiene que ninguna de las pocas mujeres que llevó a casa a lo largo de su vida fueron del agrado de su tía, por lo que pasaron los años y ahí estaba él, solo, con ella, su trabajo y sin amigos.
Justo al año de la jubilación murió su tía. Fue en aquel preciso momento, sin que él lo esperara, cuando empezó una nueva vida para él.

Al principio fue duro, no estaba acostumbrado a vivir solo. Se levantaba, desayunaba, se duchaba y no tenía ganas de nada, ni de salir tan siquiera; el hacer la compra o bajar a cobrar se convirtieron en un autentico calvario y fue sumergiéndose en una fuerte depresión, tan fuerte que una de sus vecinas, Encarna, que le conocía de toda la vida, viendo en el estado de apatía en el que se encontraba tomó cartas en el asunto y llamó al médico.

- Sé que no es de mi incumbencia, Pascual, pero sabes que te aprecio y no podía seguir viendo cómo       te apagas día a día.
- Tranquila, Encarna, sé que lo haces porque te preocupas por mí y te lo agradezco.
- Pase, doctor.

Pascual le contó al doctor que no tenía ganas de nada, que su vida ya no tenía sentido sin su trabajo, sin su tía. El doctor, después de examinarle y escucharle atentamente le recetó un antidepresivo y le recomendó un paseo matutino y otro vespertino todos los días, sin excusa. ¡Y búsquese usted algún hobby!  Le gritó a mitad escalera.

Él, siempre obediente, se acicaló y se fue directo a la farmacia a por sus pastillitas y se puso a pensar qué era lo que podía hacer. No le gustaban los bares, tampoco era aficionado a ningún juego de mesa (ni dominó, ni cartas). ¿Viajar? Poco. ¿Leer? sí, pero era una práctica solitaria y en ese momento no era lo más aconsejable. El cine era otra opción, pero ¿ir solo? Antes por lo menos iba con su tía, bueno, podía invitar algún día a Encarna, ella también estaba sola, se portaba bien con él y no le vendría nada mal un poco de compañía. Sí, se lo propondría.

De momento empezaré por lo más fácil, se dijo: los paseos.

Al día siguiente por la mañana desayunó café, tostadas con mantequilla y mermelada y un zumo de naranja. Se afeitó y aseó, se puso unos vaqueros, una camisa, unas botas y un gabán, pues hacía una mañana bastante fría. Salió a la calle sin rumbo fijo, decidido a caminar al menos durante una hora. A lo lejos vio la acera larga y soleada custodiada por una larga tapia y flanqueada por pequeños puestos de flores con sus jóvenes vendedoras, decidió que esa sería su primera ruta. Cruzó, y al llegar al primer puesto, se dirigió amablemente a la florista. 

- Buenos días.
- Buenos días, contestó ella alegremente, ¿flores señor?
- No, gracias.

Y así fue saludándolas a todas hasta llegar al final del recorrido, donde había una gran puerta de hierro. Atravesó  la calle y regresó a casa.

Como el paseo le resultó agradable, al día siguiente tomó el mismo camino y así día tras día. Las jóvenes floristas ya le conocían y él, una a una, las saludaba por su nombre. Se sentía afortunado por conocer a aquellas jóvenes tan agradables ¡Quién tuviera treinta años menos!, pensaba.

Una mañana, al llegar a la puerta decidió atravesarla, para así alargar un poco más su paseo. Ya hacía mejor tiempo y apetecía caminar un poco más, además le había cogido gustillo a esto de los paseos, el doctor tenía razón.

Caminó durante largo rato, hasta que la vio, rubia, preciosa ¡tan joven y delicada! No. Dudó, pero no pudo resistirse y le habló, ella le escuchaba atentamente y él le iba narrando  sus  frustraciones y anhelos,  le fue contando toda su vida, día a día, minuto a minuto. Era joven, sí, demasiado para él, se decía, pero le comprendía tan bien, le sabía escuchar y se compenetraban de tal forma que la edad no suponía ningún impedimento. En ocasiones le llevaba flores, sus amigas las floristas se las regalaban, compadecidas al verle tan enamorado y feliz.

- Cómo ha cambiado Pascual -comentaban entre ellas.

Los vigilantes también le conocían y conversaban amigablemente de lo divino y lo humano, ya eran varios años viéndole por allí diariamente, alguno más de una vez le llevó un bocadillo y un refresco, pues cuando se sentaba a hablar con su amada perdía la noción del tiempo. Entre ellos comentaban que no era bueno para él pasar tanto tiempo en aquel lugar, pero…

Una tarde, mientras uno de los vigilantes hacía su ronda antes de cerrar, se extrañó al ver a Pascual allí, a esas horas. Él ya hacía rato que debería haberse marchado. Comenzó a llamarle. ¡Pascual, Pascual! pero no contestaba; alarmado gritó: ¡Pascual! y comenzó a correr hacia el banco donde se sentaba cada día desde que conoció a la joven para charlar con ella. Le encontró reclinado hacia delante con su mano extendida, como si se la estuviera tendiendo a alguien. Su expresión era relajada, casi de felicidad.

Pascual había muerto en aquel banco del cementerio junto a su amada, feliz por haber conocido el amor aunque tardío, solo, como había vivido, pero sabiendo que ahora ya nunca más lo estaría, pues iba a reunirse con ella.


                                                                                                                    Marisa Martínez


jueves, 19 de febrero de 2015

TRISTEZA





Te has instalado en mi piel
todos los días.
Me levanto contigo
y contigo me acuesto.

Te veo en el espejo,
te siento en mis palabras,
te esquivo en los rincones
y te arrojo al espacio
desde lo más alto.

pero vuelves constante
junto con el viento
que golpea mi rostro

                        te incrustas en mi cuerpo,
                         te incrustas en mi piel.


SUSURRO




Te lo diré en el olvido.
                        O no te diré nada.

Imposible olvidarte
por eso mi silencio.

Te lo diré bajito,
                        o mejor callada.
Sólo en el recuerdo
jamás en el olvido.
Te lo diré siempre
mientras dure mi vida.

                        Te lo diré