martes, 9 de diciembre de 2014

Regalo de Navidad




«Como cada adviento la preparación para la navidad es lo más importante en casa. Álvaro se ocupa de los villancicos, de organizar la cena y los encargos en general y yo me ocupo de los niños. El señor nos ha colmado con siete hermosas bendiciones en casa y gracias a él nunca nos ha faltado de nada.

Este año los niños han sido un poco traviesos y hemos pasado más tiempo —pensé que sería imposible pasar más todavía— en la parroquia para que el padre Benito, mi cuñado, nos echara una mano. La mala influencia de la escuela y los medios necesitan un esfuerzo adicional. El mundo ya no es el que era. Siempre he tenido completa seguridad en el Señor y en su eterna bondad y protección aunque el mal acecha a la vuelta de la esquina y tener a mano el teléfono de securitas-direct no está de más cuando hasta en política se ve asomar a bandidos y extremistas. ¿Qué se puede esperar de un país en el que por momentos todas nuestras bases parecen olvidarse, borrarse…? ¿Emerge una sociedad sin miedo?

El rasguito de las guitarras, los villancicos y el paso sigiloso —y raudo— del servicio preparando la mesa para la cena me tele-transportan. Dejo por un momento de pensar en esos bolcheviques, en los abortistas, en los rastreros que se aprovechan de los cuatro pobres que han cometido algún error haciendo política, actuando en beneficio de la mayoría. Esos que hablan tanto no se dan cuenta de que para mantener un país en pie a veces hace falta… ¡Adeste fideles! Es mi preferida. ¡El señor bendiga al gobierno y sus errores necesarios! José María, Ángela, cómo amo a mis dos hijos mayores, cómo adoro sus angelicales voces y la paz que da la navidad. ¡Dios bendiga al papa de Roma y a nuestros dirigentes!

Este año el plato principal lo elegí yo. Comeremos pavo. Estoy cansada del cordero, del marisco, de la ternera gallega y el pato a la naranja. Quiero que participemos de la gran cena en familia comiendo un gran pavo, como los antiguos cristianos. No puede faltar de nada, nunca ha faltado ni en la familia de Álvaro ni en la mía. Al esfuerzo y la constancia Dios los recompensa. Comeremos el pavo más grande que encontremos y Dios nos lo permite porque hemos trabajado duro todo el año, siempre, porque servimos al gobierno, porque pagamos nuestros impuestos y porque defendemos a nuestra patria como pocos lo hacen. María Isabel nunca lo entendería pero aún así y aunque acabe de romper medio juego de copas, sigue en casa. Se lo prometí a su padre en el lecho de muerte y nosotros siempre cumplimos esas promesas. La pobre, es difícil educarla en el bien común, como lo hace un empresario. Ella cree que somos unos hipócritas, unos mentirosos y desconoce todo lo que hay detrás para que viva decentemente gente como ella y su familia. ¡Pido al señor que esta navidad le ilumine para que comience a ver lo bueno de la economía de mercado!, para que se quite esas retrógradas ideas… ¡Dios Santo cuando me vino a hablar del coletas ese! ¡Vaya disgusto! Se dio cuenta al momento de su error y aunque no rectificó, supo callar todo lo que pensaba… Es un comienzo. Con el tiempo entenderá que los revolucionarios, que los radicales y los alborotadores son la lacra del mundo. Es una suerte que aceptara venir a cenar esta noche con nosotros, tengo todas mis esperanzas puestas en esa chica.

En la mesa éramos treinta y cinco. Parte de mi familia decidió ir al norte a pasar frío, algunos hermanos de Álvaro nunca vienen la cena de navidad y Luís está en la cárcel, el pobre. El marido de María Isabel parece sacado de una película americana de esas del Bronx. Le habíamos visto alguna vez por casa, pero nunca le había visto comer. Que desgracias tiene que haber pasado de pequeño para tragar con esas ansias, sin el más mínimo recato o pudor. Pareciera que se acaba el mundo detrás de esa pata de pavo... ¡Y ahora la coge con la mano! Pero por Dios santo María Isabel, chica, dile algo que está en mi casa y no en un corral… No puedo, voy a mirar para otro lado.

Ah, mi querido Álvaro brindando con Amanda, esa chica sí que ha aprendido nuestras costumbres y se ha integrado, hizo la confirmación y pasa más tiempo que nosotros en la iglesia con Benito. A veces pienso que…, pero soy una boba, qué pensamientos impuros, voy a tener que confesarme, si el pobre Benito es un santo. En fin, Amanda, el don de la belleza hecho persona y mi Álvaro la admira, normal. Ojala el mundo fuera como ésta, mi familia. Ahí está mi hermana menor, Inma, tan distinta a todos los demás que parece adoptada, la protegida de papá. Inteligente, capaz. Ha llegado a lo más alto de casi todas las empresas del IBEX 35, ¿quién podría creer la gran pena que lleva dentro?, lo que ha tenido que sufrir con lo suyo de niña y lo que hizo después de mayor que fue mucho peor. Seguramente el señor le ha perdonado, sino no estaría donde está. Hay que sufrir en la vida, es ley divina. El hombre debe sufrir. ¡Por Dios María Isabel dile algo a tu marido, que pare de comer como un mandril!»

Clin clin clin, suena una copa. José María se pone de pie.

—Hola a todos y ¡Feliz Navidad!
—Josemari, ¡qué sorpresa!, ¿tienes algo que contar?
—Sí mamá, llevo bastante tiempo esperando el momento y no sabes lo nervioso que estoy, pero sé que tengo que hacerlo…

«¿Nervioso, tengo que hacerlo? ¡Estúpido! ¿Cómo no me has dicho nada antes? ¿Hablar en público, delante de la familia? ¿Y tú? ¡Eres tonto hijo! Dios Santo ayúdame en este momento, sea lo que sea ya es malo…»

—Mamá, querida familia, amigos, ¡soy gay!

Una bruma espesa de silencio fue envolviendo los cubiertos que caían sobre el pan, sobre los huesos del pavo y las caras desencajadas hasta crecer en un vacío que dejó sin respiración a la gran mayoría de los comensales.

De pronto, como si un cuchillo tratara de cortar pan recién horneado, los aplausos de Carabajal —pareja de María Isabel— quebrantaron la parada cardiaca de los familiares de José María.

—¡Bravo chavo! ¡Pero qué huevos tienes!— dijo mientras acompañaba con una carcajada el crepitar de sus aplausos.

Álvaro había corrido a sostener a su mujer del inminente desvanecimiento. Mientras estaba en sus brazos tratando de reponerse, la poderosa carcajada de Carabajal le dio la fuerza suficiente para ponerse en pie y dirigirse a todos.

—Hijo, ya hablaremos. En la viña del señor hay de todo, bueno y malo y no hay enfermedad que no se pueda curar, incluso la del corazón. Y usted señor, por favor, respete un poco esta casa y nuestras costumbres… Que tengan todos feliz navidad, si me disculpan…

«¿Cómo se le ocurre a este subnormal? Dios, ¿qué te hemos hecho?, aún no me has perdonado por mi desliz con esos alumnos de secundaria… ¡Dios mío! Pago el diezmo y más, doy todo a la iglesia, a la conferencia episcopal, a los seminarios, al gobierno y a las instituciones que… Necesito descansar. Esto debe ser una pesadilla, tiene que ser una pesadilla.»

Estaba ya de espaldas camino a las escaleras cuando Carabajal tomó la palabra.

—Dijculpe si la ofendí señora, no era m’incensión.

Se detuvo un segundo, titubeó en girar la cabeza o seguir subiendo y luego coronó el primer escalón sin hacer el menor caso.

—Lo que sí, no sé si sabe, pero ser gay no e’ una enfermedá, ¿a que no? —giró la cabeza Carabajal buscando aprobación entre los asistentes. Todos le miraban sin decir una palabra. Jose María le sonrió con lágrimas en los ojos.

—Mamá, espera un segundo. ¿Cómo puedes…?

La dolorida madre se detuvo. Giró bajando la mirada para descender un escalón y no terminó de hacerlo. Volvió a apoyar los dos pies en el mismo escalón y respiró hondo mirando a su hijo a los ojos con tristeza.

—¡No lo eres! ¡No eres gay y nunca lo serás! ¡Y todas esas ideas tuyas, todas nuestras conversaciones inacabadas y todo eso que sé y que nunca me dijiste ni me dirás, todo eso no existe y nunca existirá! ¡Mírate! ¡Mírate y mira a ese gilipollas defensor tuyo! ¿Crees que sois iguales? ¿Crees que porque te aplauda un asilvestrado como ese vas a ser distinto a nosotros? Hijo, siempre has sido diferente, lo sé, pero eres menos diferente de lo que tú crees…

—¿Tu crees mamá? Soy bastante diferente. Soy diferente a ti y a la mayoría de los de nuestra familia. Yo he tardado en decirlo, pero lo digo y ya no hay vuelta atrás, porque era mi condena y me he liberado. He esperado hasta tener todo preparado y ahora ya no me importa nada. He logrado joderte la gran fiesta mamá, este paripé mamá. ¡Sí! No pongas esa cara, ¡eres tú la que está enferma! Estás enferma de falsedad. Toda tu puta vida mintiendo. Ay, ha dicho «puta»… ¡Es sólo una palabra mamá! Inofensiva comparada con lo que hace papá con Amanda, ¡eso sí que es pecado! y todo delante del padre Benito que también come de ese plato, ¡que aproveche tío! Y lo que hizo el abuelo con la fulana esa que trajo el gen triunfador a la familia, ¡felicidades tía Inma, eres la mejor de los nuestros! Todos tienen sus mierdas y todos las guardan y todos a callar y a rezar y a misa y la madre que nos parió. ¡Basta! ¿Sabes qué? Yo soy cristiano y sé que no hace falta toda esta mierda para serlo. Ni el pavo, ni los villancicos, ni los adornos, ni las megalimosnas nos van a traer a Jesús. Me voy con mi novio. Sí, mi no-vi-ooo. Y que te quede claro, tampoco soy de derechas, ni del opus, ni toda esa porquería. Soy un tío normal que piensa por sí mismo. Hazte a la idea o sigue mintiéndote. Me voy. Que tengan todos una muy feliz navidad.

José María tecleó algo en su móvil, una bocina le respondió desde fuera de la mansión y los aplausos de Carabajal acompañaron el desvanecimiento de la anfitriona, el portazo de Inma, la discusión entre Álvaro, Amanda y el padre Benito que eran fotografiados por el resto de los hermanos. Sólo Ángela fue a recoger a su madre al principio de la escalera adornada en rojo y blanco. Yacía de lado llorando, cubriéndose para no ser vista.

—Mamá, ¿estás bien?, ¿Mamá?
—Vete. ¡Déjame!
—No Mamá. No voy a dejarte, eres mi madre, te quiero como eres, mamá…
—¡Calla! ¡Para de llamarme así, si ni siquiera soy tu madre!

La joven se levantó y retrocedió lentamente sin quitar la vista a ese cuerpo con vida que yacía solo, cubierto por un brazo. Nadie cerró la puerta al salir.





Pernando Gaztelu

 




 

4 comentarios:

  1. Pues me ha gustado, Per. Una interesante denuncia de la gran hipocresía e ignorancia de las clases adineradas y conservadoras. Enhorabuena!

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  2. A mí también me ha gustado. Has descrito tan bien la escena y la conversación que me lo estaba imaginando todo, hasta como iban vestidos! Enhorabuena.

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  3. Gracias Rafa, gracias Amparo. El otro día viendo estos tragicómicos programas de la tele como son "callejeros" y otros me hice una idea de cómo deben vivir estas clases, castas o como queramos llamarles. Nunca nos podríamos imaginar (ni remotamente) lo que es vivir dentro de su mundo... Creo que este puede ser un "proyecto" abierto, para investigar y crear. Me parece que tengo un proyecto para 2015, en ppio llamé al relato "Encantadores", sin quererlo pensando en la serie de relatos de la que puede ser origen este... a ver si se da. Abrazos.

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  4. Muy bueno, Pernando, me ha gustado a mí también. Adelante con esos relatos "Encantadores".

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