domingo, 30 de noviembre de 2014

La bestia



© Constanze Kratzsch, Germany


Hoy es jueves 3 de junio de 1971. Me llamo Ralph Carroll, pero en los rings me conocían como La Bestia Carroll. Y no andaban desencaminados quienes eligieron ese apelativo. Porque al final, la bestia que llevaba dentro surgió aquel maldito 18 de octubre de 1954 en el que maté a un hombre en el Legion Stadium de Hollywood.

Yo tenía veinticinco años. Ray Crawford, de San Diego, solo treinta y tres. Casado y con dos hijos, estaba a punto de retirarse. Me ensañé con él sin ser necesario, ya le había derribado en tres ocasiones. El combate estaba ganado y Bobby me rogó en la esquina que tuviese compasión. Pero desatendí las instrucciones de mi preparador. No sé cuál pudo ser la razón, no intentaré justificarlo argumentando que Ray me recordaba mucho a un blanquito llamado Eddie, algo mayor que yo, que cuando éramos críos puteaba constantemente a nuestra pandilla en las sucias calles de un suburbio de Filadelfia. Tampoco culparé al entrenador de Ray, que pudo lanzar la toalla y no lo hizo, o al referí que no detuvo la pelea a tiempo de salvarle la vida. Porque el que acabó con ella fui yo, con aquel golpe definitivo que me ha atormentado desde entonces, con el que he soñado de noche y de día durante casi diecisiete años.

No alcancé la redención al retirarme completamente de la práctica de ese mal denominado deporte. No alcancé la redención cuando fui ordenado pastor de la iglesia baptista. No alcancé la redención por permanecer cinco años en África ayudando a los necesitados. Pero hoy soy feliz, porque el día de mi redención ha llegado. Quiero que después de que me vuele la cabeza aquí, en el hall del Hospital de la Universidad de California, extraigan mi corazón y se lo implanten a Andrew Crawford, el primogénito de Ray que está ingresado en el centro y necesita perentoriamente un trasplante para sobrevivir.

Rafa Sastre


Mi corazón

Foto: The heart is our most important organ and every day is a fight. Thus: the boxing glove and the heart, our daily struggle to accomplish. 
© Constanze Kratzsch, Germany
LensCulture Exposure Awards 2014 | Featured Entry 
See more: https://www.lensculture.com/exposure-awards-2014
Entonces lo comprendí, cuando vi aquella fotografía,
que al principio me impactó.
Que te quise, tú lo sabes, eras todo para mí.
Te entregué toda mi vida, pero eso no importó,
Fui un juguete en tus manos, un títere, una diversión.
Hoy que el tiempo ha pasado, que ya todo terminó
Solo te pido que ahora…
Devuelvas mi corazón.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Buffet libre



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jueves, 27 de noviembre de 2014

Una hora

Sólo una hora. El eterno deseo del que se vuelve loco mirando el reloj para llegar a tiempo a cumplir los antojos de otros; la rutina, las obligaciones, los compromisos, el mundo entero espera.
Insaciables, constantes y miserables no paran nunca de reclamar, de insistir, de pedir y sentenciar a vivir minuto tras minuto atendiendo tareas, agentes exógenos a la persona. ¡Quiero vivir también para mí! Egoísmo puro, malsana extroversión de lo individualista. Solo hay odio y más odio cuando una persona decide pasar de largo de las obligaciones que coartan su libertad individual en momentos clave de su desarrollo sicológico, es decir, siempre.

¿Y ya pasó media hora? La insistencia del mundo detrás del reloj le vuelve loco, le sentencia otra vez. Ahora el tribunal de recursos, el supremo, la santísima inquisición social y familiar detrás del reloj contando los minutos, los segundos y milisegundos que egoístamente ha dejado de compartir, de revertir, de entregar y pagar como tributo al don de la vida que le acompaña desde que nació... ¡Me quiero morir, llego tarde! La astucia, la estupidez y el desenfado de un ignoto ser que pensó que el tiempo era suyo, que una hora no era nada, que engañar al mundo tomándose una horita de descanso no iba a cambiar el espacio tiempo, que una simple hora suya en el tiempo del mundo no iba a hacer estragos. Pensó que si un ser ínfimo como él se daba cuenta de su libre disposición del tiempo no podía parar y desestabilizar un sistema que ha llevado siglos establecer.

¡Imbécil!

Una hora, sólo una hora y siete mil millones de horas en una hora detendrían el mundo si cada uno de estos imbéciles decidiera pasar por sólo sesenta minutos de sus rutinas, sus obligaciones y compromisos. ¡El mundo no está hecho para que seas libre! El reloj dignifica a las personas que quieren el bien común, las hace ordenadas y corresponsales del todo en el que viven, les muestra con toda claridad su responsabilidad para con la sociedad. Una persona sin reloj es un rebelde que deja pasar las horas haciendo que otros hagan por el mundo lo que él deja de hacer. Una persona sin reloj es un antisocial que sólo quiere vivir de los demás aprovechando egoísta su tiempo sin saber que así se desprecia a sí mismo como ser humano insolidario...
***
Eran las diez de la mañana de un jueves —un jueves que no era festivo— y subía la sangre a su cabeza poco a poco después de levantarse muy lentamente de la cama. Las sábanas enredadas y una tenue luz entrando por el lateral de la persiana mal cerrada le hacían sonreír.
"Noches cortas, mañanas largas" pensó para sí y al ver el reloj caído en el suelo camino al baño tuvo la intención de agacharse, de mirar la hora y ponérselo, pensar qué es lo que tocaba después y cómo iba a ser el día dependiendo de, pensando en, haciendo lo que, quedando cuando, esperando a que, corriendo para... Vino a su mente la larga pesadilla de aquella noche, el sentimiento de culpa y la vergüenza de reconocerlo, la presión del mundo cayendo sobre sus hombros, la necesidad, la profunda necesidad de salir corriendo y gritar y vivir y saltar y…

Le pegó un patadón al reloj que lo hizo volar por los aires.


Voló describiendo una parábola perfecta desde dos metros antes de la entrada al baño hasta justo el agujero del inodoro.

Se hundió por su peso, aunque no era muy pesado en materiales sí lo era en sentido simbólico. Se hundió y su dueño fue a verlo. Desde metro y poco y parcialmente cubierto por vaya uno a saber qué, estaba ahí. Podría haberlo rescatado, podría haber reflexionado y darse cuenta de que llegaría tarde a, de que tendría que explicar que, de que bla bla y ja ja ja ja. Comenzó a reír como un loco, un desquiciado que acaba de matar a su peor enemigo, que acaba de vengar a su hermano pequeño. Y no era un desquiciado, ese pequeño hombre acababa de romper las cadenas de su vida y con el sonido del agua girando en espiral y tragándolo todo, con el sonido de la cisterna llenándose otra vez, con el vacío blanco del sello de agua ese hombre empezaba una nueva vida.

Había un sol hermoso aunque hiciera frío. Ahora podía visitar a sus amigos, comer una buena pizza cuando le diera hambre y pasear y crear y fantasear y amar y volar. Ahora tenía todo el tiempo del mundo.

Pernando Gaztelu

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Una buena lección


Foto de Carles Solís

Yo era una feliz profesora de matemáticas. Ejercí mi profesión durante veintinueve años. Nunca tuve un destino fijo por razones que son largas de contar y que no vienen al caso, aunque su esclarecimiento daría mucha luz sobre el mediocre sistema educativo de este país en el que vivimos. Me consideraba buena en mi oficio y casi siempre recibía el cariño de mis discípulos. Hasta que los nuevos tiempos me enfrentaron a una asignatura llamada Atención educativa.  Esta venía a ser el coladero de la mayoría de los alumnos, que huían de la religión. Pero ¡ay de mí! Esos chicos descreídos tampoco respetaban la autoridad de mis canas ni de mi cargo y todo terminó de forma intempestiva cuando le rompí una silla en la cabeza a Gregorio Contreras. Se quedó varios meses en coma, reflexionando, supongo, si es que ello es posible en tal estado, sobre las inconveniencias de menospreciar las fuerzas de aquellos con los que nos enfrentamos.

Tantos años


Tantos años juntos que pienso que somos uno sólo. Mi paso, tu paso. Mi brazo, tu brazo. Se durmieron los besos apasionados, pero aún nos apasiona besarnos. Nuestro destino está tan unido que serán pocas las horas que "ese día" nos separen.

Sylvia Torrijos Torres

lunes, 24 de noviembre de 2014

María y su gato “Misi”





El ambiente en la casa es muy agradable; se mezclan los olores de madera de eucalipto -que en su danza con las llamas se oye un agradable crepitar- y el caldo de rabizas que se va haciendo lentamente en una esquina de la cocina.


Todos los días la misma canción. Cuando María ve a su madre coger el barreño, llenarlo de agua caliente y ponerlo en medio de la cocina, echa a correr buscando un lugar donde esconderse; había utilizado montones de sitios diferentes, lugares inesperados, pero al final siempre, siempre la encontraban.


Maríaaa, Maríaaa... ¡Dónde te has metido!


María tenía la esperanza de que su madre la confundiera con su muñeca. Días atrás la había dejado en la alacena. La sacó con rapidez colocándola en el baúl que se encuentra al lado. Se queda desnuda e inmóvil en la misma posición que “Petra”, poco antes se llevo su dedo a la boca pidiéndome que me estuviese quieto y callado.


Maríaaa, Maríaaa... Mira que tiene imaginación. ¿Pero qué haces desnuda? ¡Anda vístete!


María no puede evitar fruncir su entrecejo, levantar una ceja y entreabrir la boca cuando ve a su madre recogerme en sus brazos y comentar. -Vamos a bañar a “Misi”, últimamente se mete en tu cama.
¡No podéis imaginar la cara que se me quedó a mí!.

 

viernes, 21 de noviembre de 2014

Soñé




Soñé con una vieja escalera. Con una bailarina somnolienta. Me traía flores a la tumba. Sé que sonaba música, pero no la alcanzaba a escuchar. Me desperté en el metro. Siempre tengo el mismo sueño, siempre en la misma parada.

Esther Moreno

Carpaccio




—Te preguntarás por qué te he citado y no a tu padre.
—¿Querías hablar negocios o de mi padre?
—¿Te ayudo a elegir?

Silencio.

—Estoy a cargo mientras vuelve.
—Interesante «¿no tienes ni puta idea de dónde está …?»; debo tomarte en serio entonces …
—¿Qué sugieres?
—El carpaccio, es italiano…

Hablan de negocios. Instintivamente Francesca clava su mirada en Salinas.

—Salinas, este carpaccio es sublime. Sono nel piemonte con il papo Giovanni…
—Seguramente... col tuo caro papa… «ese hijo de puta ya no ríe ni canta, ¡pero qué carne! Fina, finísima, tierna, sabrosa…».  ¡Nueva etapa! ¡Viva la Famiglia!
—¡Bravísimo!

jueves, 20 de noviembre de 2014

El camino


Foto de Gabriel Figueroa

Me llamo Amanda Abril y nunca he entendido a los hombres. Hubo un tiempo en que fui adicta a las relaciones sentimentales. Necesitaba enamorarme para sentirme viva y creo que esta peculiaridad de mi carácter me ha llevado más de una vez al fraude. Llevo en mi maleta todo lo que poseo, un poco de ropa y un par de libros; y en mi corazón conservo un ramo grande de amores marchitos: olvidados, unos; cruentos, los menos. Miro al horizonte con esperanza y algo de miedo. He dado el primer paso de un camino que no sé a dónde va a conducirme, aunque sé que la muerte es la meta y las letras mi gran consuelo.

domingo, 16 de noviembre de 2014

AMNESIA


Le invadía una fuerte enfermedad cada vez que tocaba esos venenosos labios.
El diagnostico oficial era que padecía una demencia senil de tipo Alzheimer; un caso de mal neurodegenerativo que actuaba de una forma peculiar; algunos días olvidaba comer la ensalada verde y se pasaba directo el corte, otros días olvidaba las llaves del auto, la televisión encendida, levantar la tapa del baño.

Hoy por primera vez olvidó que estaba casado, también que su esposa tenía un arma.
Alejandro Ramos Ayala


ENSALADA DE TIROS



Mientras el sargento examinaba el cadáver tendido sobre la lujosa moqueta del "Bocatto di Cardinale", Granger introducía un índice en los spaghetti alla putanesca y se lo llevaba a la boca.
- Inspector, tiene toda la pinta del típico ajuste de cuentas entre familias rivales. El cuerpo de Cotugno ha sido acribillado. Subfusiles Thompson, probablemente.
- Novak, me importa un comino el asesinato. Lo que resulta intolerable es que a esta salsa no le hayan añadido alcaparras. ¡Es un restaurante de cinco tenedores, por el amor de Dios! Detenga al chef y no olvide leerle sus derechos.


Rafa Sastre

PEQUEÑOS DETALLES


Imagen procedente del blog DELVALLEPARATODOSRADIO 


Era nuestra primera cita en un restaurante de moda. Los contactos vía internet resultan muy impersonales. He de reconocer que toda ella me atraía. Pedimos los entrantes mientras degustábamos un aperitivo. Quería que saliera bien, pero estaba demasiado nervioso. La veía desnuda acariciando su copa fría. La conversación era banal. Desmenuzaba mi roti y ella sorbía la vichyssoisse con devoción. La imaginaba en otro contexto devorándome entero. Mi mente viajaba muy rápida.
Y entonces sucedió, el picor de mi nariz se convirtió en un estruendoso estornudo propulsor de la ensalada que acompañaba mi plato. La despedida fue en verde.
Malén Carrillo (Maga)

La última cena


 Dave no dejaba de asombrarse por la perspicacia que tenía su empleado más valioso, Oliver, para encontrar los sitios más insólitos para cenar.

—Oliver, ¡esto es magnífico! El resto de los mortales, convertidos en meras hormigas allí abajo y nosotros aquí, en lo más alto de Nueva York, degustando un delicioso menú y hablando de negocios. Jesús, ¡esto es vida! —Dave se recostó con brusquedad en su silla, que terminó balanceándose ligeramente.

—Sí, Dave, hablemos de negocios. —Oliver carraspeó y le dio una palmadita en el hombro a uno de los camareros que pendía, sujeto a una gran cuerda, a pocos centímetros de él. —Ponle más vino a mi jefe y gran amigo Dave.

Dave, visiblemente ebrio, intentó alcanzar él solo la imponente botella del James Berry Vineyard, con tan mala suerte  que una de las patas de su silla se desarticuló de la vía que los estaba manteniendo a una altura más que decente.

¡Oh, mierda! Ollie, ayúdame, ¿quieres? Dile a esos… a esos tipos que me agarren del abrigo, pero con cuidado, ¿eh? —Dave soltó una carcajada poco convincente.

Oliver no hizo nada. Se quedó muy quieto, sonriendo con disimulo y desmenuzando su servilleta. Después, le guiñó un ojo a los camareros flotantes y éstos agarraron con fuerza a Dave, arrancando de cuajo la silla sobre la que se encontraba temblando como un flan.

—¡OLLIE! ¿PERO QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO? —Chilló un visiblemente afectado Dave, que hiperventilaba y se estaba poniendo morado.

—¿Cuándo me vas a pagar lo que me debes, Dave? —Respondió Oliver con una tranquilidad casi amenazadora.

—Ollie, Oliver, amigo, sabes que siempre pago mis deudas… Necesito…Necesito tiempo, ¿vale? Ya sabes cómo va la empresa ahora mismo…No estamos en nuestro mejor momento, Oliver, maldita sea, dame un par de semanas, ¿te parece?


—Adiós, Dave —Dijo Oliver, chasqueando los dedos. Los camareros se miraron entre sí y soltaron a Dave, que cayó con un chillido que fue menguando rápidamente de intensidad.