domingo, 9 de junio de 2013

Bicicleta y manta.


Se imaginaba viviendo cada una de aquellas vidas. Cada mañana, cuando el sol salía entre las montañas, con ese leve resplandor que invitaba a despertar, ella cogía su bicicleta y una manta, se colocaba la pamela y el libro de turno bajo el brazo. Todos los días practicaba aquel ritual que se había convertido para ella en un pequeño salvavidas. Llegaba al que ella ya consideraba "su lugar", bajo aquel pino y sobre la fresca hierba que todavía conservaba el rocío de la noche. Extendía la manta y se acostaba observando el cielo. El olor del monte llenaba sus pulmones y le arrancaba una leve sonrisa. Tomó el libro y lo abrió por la página que tenía la esquina doblada, "Sueño de una noche de verano", muy apropiado para su mundo de ensueño.

6 comentarios:

  1. Muy visual y sensitiva tu historia, se huelen los pinos y dan ganas de meterse en ella!!

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  2. Desde luego, como dice Malén, tu relato alenta la envidia del lector hacia la protagonista. Muy bueno, Amparo.

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  3. De acuerdo con la Maga y Rafa, además entran ganas de leer a Shakespeare.

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  4. Muchas gracias! Tenemos que sacar tiempo para este tipo de sensaciones.

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  5. Un relato muy bello y fresco, muy necesario en estos momentos un poco "oscuros". Bien hecho, Amparo!!

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