domingo, 17 de febrero de 2013

La telaraña





Paul fuma tendido en la cama, mirando fijamente la telaraña que cuelga de la lámpara de techo de su habitación. Sostiene una nota en su mano, la que le entregó el sudoroso conserje del sórdido hotel de la miserable ciudad donde se encuentra. Esa nota contiene la única respuesta que no esperaba: “Paul, déjame en paz, olvídame, no quiero volver a verte nunca más”.

Paul sigue mirando la telaraña y empieza a envidiar al insecto que la habita. Si él hubiera dispuesto de una red tan perfecta como ésa, Sandra nunca habría escapado y él no habría iniciado aquel inútil éxodo tras ella. Luego comprende que cada ser humano es libre de elegir y que, por mucho que la ame, Sandra no le aceptará jamás. Es hora de barajar de nuevo los naipes de la vida, tal vez en la siguiente mano haya más suerte.

3 comentarios:

  1. Excelente, Rafa, tú también tienes gran poder de improvisación.

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  2. Muy buena la metáfora de la partida de naipes, mejor no envidiar a los insectos. Por cierto, dame otras!!

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