domingo, 30 de septiembre de 2012

2. (Consurso Otoñal) MI VIDA SIN TI

Mientras el cielo se rompía en mil pedazos líquidos y un octubre negro  desangraba al país por causa de una crisis atroz, tú estabas llorando junto a mí, diciéndome que me querías pero que no podías seguir conmigo, que te ahogabas en la rutina y que te sentías muy insatisfecho.
Me abandonabas y yo sentía pena por ti. Conseguí dormir bien aquella noche, la química funcionó esta vez. Me sentí fuerte. No iba a permitir que un hombre me arruinara la vida una vez más. Tracé un plano de mi futuro sin ti: Puse flores en los jarrones, amistades en el sofá, ejercicio físico para mi cuerpo cansado y canciones tristes para recordarte; me vi más delgada y atractiva; seduje corazones desde lejos, con cautela, sin  acercarlos demasiado para no quebrar su fragilidad ni la mía; repartí grandes dosis de afecto entre los míos, los que me apreciaban, los que me necesitaban; me entregué a las letras con pasión, leí libros a destajo y escribí los versos más vivos y los cuentos más audaces. Una vez terminado, lo colgué en el corcho delante de mi mesa de trabajo, para no olvidarlo, para saber qué hacer si me acechaba el desconsuelo. Estaba viva, la sangre fluía por mis venas y había un mundo  fuera  esperando las huella de mi estancia en él. No quería dejar la derrota como recuerdo.   
OLVIDO VARGAS

1. (Concurso Otoñal) UN PEDAZO DE CIELO DESDE LA VENTANA

Las nubes de formas caprichosas pasan veloces, empujadas por el viento. Es tiempo de tormentas.
-Mamá, mira esa nube tan bonita, es una familia de cachorros.
-Sí, hijo, sí.
-Y por allí va la Reina de los mares, la del cuento. ¿La ves?
-Claro que sí, cariño. La veo con su largo traje blanco de espuma de algodón, es muy bella.
-¿Y por qué no nos montamos en aquel barco tan grande que llega y nos vamos a buscar a papá? Ya no me acuerdo de su cara.
-Él no está en ese cielo, mi amor, no lo encontraríamos.
Los recuerdos descienden y se agolpan en ondas de lágrimas que resbalan por su cara.  Se las ha de tragar. La diversión de contemplar juntos el firmamento por un rato se acaba cuando la tormenta cierra, de un golpe, la ventana.
AZUL

OTRO, POR FAVOR

13 de Julio, 12 de la mañana, 34 grados Centígrados. Comenzamos la sesión fotográfica con la colección otoño-invierno. Nada más ver las perchas rompo a sudar. Franelas, lanas, lonetas, cachemir, todas ellas irán pasando por mi cuerpo a lo largo del día. Ni siquiera las pelucas me darán un respiro. Robert Doisneau es demasiado exigente.
Revisa en el acto cada grupo de secuencias de un posado y tras él, su reiterada frase: "Este no sirve. Otro, por favor", hasta que consigue el que le gusta.
Esta secuencia se alarga demasiado, no puedo cambiar mi gesto, ni la mirada, aún no he visto al chico que me acompaña. Doisneau es estricto, cualquier reproche y te olvida sin contemplaciones.
Intentaré concentrarme en la pasada colección primavera-verano, de aquel 10 de Diciembre en los jardines de San Ildefonso.

CONCURSO OTOÑAL



III CONCURSO DE RELATO BREVE DE VALENCIA ESCRIBE: 

"CUENTOS DE OTOÑO"






Bases
1º Podrán presentarse todas las personas mayores de edad que lo deseeen con obras escritas en castellano.
2º Se podrán presentar hasta un máximo de tres relatos por autor. Deben de ser originales e inéditos y que no hayan participado en ningún otro concurso.
3º Los originales se mandarán por correo electrónico a la siguiente dirección: yosefiff@hotmail.es. Deben estar escritos en formato Word, con una extensión máxima de 500 palabras y en tipografía Verdana cuerpo 11. En el "asunto" del mensaje debe figurar el tema del certámen que es "Cuentos de otoño".
4º En cada relato debe figurar el título del mismo y estarán firmados con el seudónimo del autor.
5º La fecha límite hasta la que se admitirán los relatos es la del 30 de noviembre de 2012 a las 18:00 horas. Todos los relatos enviados fuera de fecha se considerarán fuera del concurso y no serán publicados en el blog de Valencia Escribe: www.valenciaescribe.blogspot.com.
6º La identidad del jurado se hará pública coincidiendo con la fecha del fallo del concurso que se establce el día 30 de diciembre de 2012.
7º El primer premio consistirá en diploma acreditativo como ganador del certamen, más un lote de libros cedidos por la editorial Diálogo Tilde
8º Se hará la entrega de cinco diplomas más a los finalistas.
9º Todos los participantes ceden sus derechos de publicación a la asociación VALENCIA ESCRIBE, sin carácter exclusivo.



sábado, 29 de septiembre de 2012

RECONCILIACIÓN




Vestía su mejor abrigo y llevaba la melena suelta, como a mí me gusta. Estaba radiante. Cuando le entregué el ramillete, su expresión de preocupación se borró dejando paso a otra más familiar: la de la adoración que siempre me había profesado.
Todo olvidado. Empezaríamos de nuevo.  
Nos levantamos, el tren se acercaba ya. La abracé y la besé con pasión. Conseguí empujarla a tiempo.
Se lo había dicho tantas, tantas veces: ni un engaño. Ni uno solo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Ni tú, ni yo.


¡Has venido! Pensé que no lo harías. Te lo agradezco. Es absurdo preguntar si recibiste mi mensaje, porque, está claro que si estás ahora mismo aquí, es que lo has recibido. ¿Por qué llevas ese ramo de flores? Es igual, es un detalle muy hermoso dadas las circunstancias. Lo vamos a hacer. Ya no nos queda corazón para impedirlo, ni saliva para hablarlo, ni razones que lo eviten. La situación es crítica, pero eso, tú ya lo sabes. En este breve periodo de vida en el que nos ha tocado vivir, las constantes que nos mueven son la falta de interés y el desacuerdo. Son cosas contradictorias, lo se, pero así es nuestra generación. Nos llaman “Ninis” y ellos, ¿quiénes son para ponernos ese seudónimo?  Dicen que ni estudiamos, ni trabajamos, ni lo aceptamos, ni hacemos nada para evitarlo, para cambiarlo. Pero tú y yo, hoy vamos a hacer algo. No pudimos elegir el momento de nuestro nacimiento, nos lo impusieron y ya ves lo bien que nos ha ido, pero, lo que sí podemos hacer, es elegir el momento de nuestra muerte. Seremos los primeros “ninis” suicidas y espero que con nuestra acción y el sms, que se enviará hoy a las 0:00 a todas las redes sociales, se desate un suicidio en cadena, que castigue a las conciencias de esta sociedad podrida.
Rebeca, el próximo tren es nuestro tren, iremos de su mano a un mundo diferente, que por fuerza, no será peor que éste mundo.

Rompiendo la oscuridad del túnel, aparecen las luces del tren que va a llegar a la estación de Esperanza. Los dos únicos pasajeros que esperan en el andén, se levantan y avanzan hacia el borde del mismo. Cuando el tren pasa, sólo salta él.
Rebeca se asoma a las vías y arroja el ramo de flores. Caminando hacia la salida, saca su iphone 5 y vuelve a leer el mensaje que tenía guardado en la memoria del teléfono. Con un movimiento de su dedo pulgar, lo borra para siempre.

Los medios de comunicación, no suelen hacer eco de este tipo de muertes, suceden a diario y jamás se publicitan. Supongo, que para que el ejemplo no cunda.

EL BAILARÍN DEL METRO, LA FILÓSOFA MOMIA Y EL OBSERVADOR AMORFO



Hoy no es una excepción, hoy me siento como siempre muy cansada. Suena el despertador a las 6.30, reprimo mis deseos de estamparlo contra la pared y seguir durmiendo. Me levanto arrastrando mi cuerpo dolorido hasta el cuarto de baño. El espejo me devuelve la imagen de una mujer derrotada, una mujer que ha perdido todos los trenes y que está a punto de perder el que hoy ha de llevarla a su destino de absurda profesora, de filósofa muerta, de chillona crónica que se rompe la garganta cada día para hacerse oír por su reducido auditorio. ¡No voy, no voy, hoy no voy, no puedo! El cuerpo no me responde. Me duele también el alma. Finalmente consigo vencer mis aprensiones con una ducha caliente y una taza de humeante té. Disfrazo mi rostro con un poco de maquillaje. Salgo a la calle. Es uno de diciembre y hace frío. Todavía es de noche. Ando con paso rápido hasta la estación del metro; esta marcha me libera de la mala conciencia que tengo de llevar una vida sedentaria. Llego a tiempo, aún tendré que esperar unos diez minutos. Estoy sofocada, tiro la mochila en un banco, empiezo a despojarme del abrigo y de la bufanda y me doy aire con un abanico. Me siento exhausta. Hay poca gente en los andenes. De pronto veo a un joven en frente que baila al ritmo de la música que sale de los altavoces. Se siente observado y exagera su excentricidad. Va vestido con un uniforme verde. ¿Bailas? -Me pregunta- Y yo le contesto con un gesto de mis manos, como si fuera a echarme a volar por encima de las vías que nos separan. Le sonrío.
Él sigue su baile con esmero. También canta, avivando la mortecina voz de los viejos bafles de la estación. Me pregunta que si me divierto, le respondo que sí. Llega mi tren. Le digo adiós con la mano. Me pierdo en la tristeza de un vagón atiborrado de sonámbulos...


Me levanto de un brinco apenas oigo el despertador. Ya es viernes. Hoy voy a verla, me muero de ganas. Mi chica, ¡qué buena está!, me comeré sus labios y la apretujaré entre mis brazos, la amaré la noche entera. Hoy voy a decirle que la quiero. Me doy una ducha de agua fría y me lanzo a la calle sin desayunar. Llego a la parada de metro, bajo las escaleras de dos en dos. Si voy rápido me da la impresión que acorto las horas que me faltan para verla. Estoy tan contento que voy a ponerme a bailar aquí mismo. Se oye un cha cha cha por los desvaídos altavoces de la estación. A ver: un, dos, Cha cha cha; un, dos cha cha cha, paso abierto; un, dos, cha cha cha, un, dos, cha cha cha; un, dos, cha cha cha, paso cerrado; un, dos, cha cha cha; un dos cha cha cha, voy y vengo; un, dos, cha cha, cha; vuelta; un, dos, cha, cha, cha media vuelta; un dos tres, un dos tres, vuelta entera... ¡Me sale bien! Estoy en forma. ¡Cuánto me gustan las clases de baile! En el andén de en frente, hay una mujer que me observa y me sonríe. Hago un quiebro, media vuelta y me palmeo el culo. ¿Bailas? -Le pregunto-, y me contesta que sí, pero las vías se interponen entre nosotros. Le digo que la cuestión es no aburrirse. Soy tan feliz que me siento capaz de dar un salto y bailar con ella. Debe de estar tan loca como yo pero parece triste a pesar de su sonrisa. Me gustaría darle un poco de mi magia, que sintiera la vida latir con la misma intensidad que yo la siento. Qué bien me sienta el uniforme de jardinero. Debo estar irresistible, esa mujer continúa mirándome. Viene un tren. Me dice adiós con la mano. Desaparece...


Lo primero que hago cuando me despierto es encender un cigarrillo. Un día más. Cuento los putos días que me quedan para jubilarme. De camino al metro me paro en el bar de siempre y me pido un café y un copazo de cazalla con el segundo pitillo, es que si no, no hay quien me mueva. Una vez entonado el cuerpo, ya no le temo a nada. Soporto al cabrón del jefe como si la cosa no fuera conmigo. Hay que ver lo que me aprietan estos pantalones, cada día como menos y tengo la barriga más gorda, lo he heredado de mi padre, seguro. ¡Vaya!, me he adelantado, aún queda un rato para que llegue mi tren. ¡Hostia!, no me queda tabaco, me fumo el último. Cuando llegue, me meto en el bar de enfrente de la obra y me pido otro aguardiente de paso que saco un paquete de la máquina. ¡Hay que joderse!, como está el personal, de manicomio vamos, mira ese tipejo ligando con una mujer que podría ser su madre, aunque todavía tiene un buen polvo, seguro que es un putón, como todas. Vivir para ver. Y a estas horas. Desde luego, ¡mujeres! Verlas, olerlas y salir huyendo por si te atrapan. Lo único que les interesa es el dinero. Y él parece maricón, mira como se mueve y ahora se da una palmada en el culo y ella se ríe. Seguro que está drogado, si no de qué iba a estar haciendo el payaso aquí a estas horas. A dónde vamos a llegar... ¡Ay! Si Franco levantara la cabeza... ¡Qué tiempos estos! Ya no hay vergüenza ni decencia ni hay nada. Viene el tren de ella y luego el de él y yo aquí, esperando y sin un puto cigarro que llevarme a la boca...

miércoles, 26 de septiembre de 2012

EN UNA PARADA DE METRO CUALQUIERA...



                                                        

-Hola,… ¿estás sola?
-¿A ti qué te parece?
-Sí, claro, es evidente… perdona, no quería parecer el típico tío que va por ahí entrando a las tías como si nada…
-Pues justo, eso es lo que me has parecido.
-Mujer… yo soy un tío normal, guay y eso…
-Ahora ya lo estás terminando de arreglar…
-Me refiero, que no te haría nada malo… que sólo quiero hablar contigo y si nos caemos bien pues… ya sabes.
-¡Menos mal, que no me harías nada malo! ¿Y si nos caemos bien, qué es lo que ya debo saber?
-¡Jo, tía! ¿Cómo eres…  no?
- ...
-¿Pero a ti cómo se te acercan los tíos? Eres muy estirada ¿eh?
-La mayoría lo hacen como tú. ¿Qué soy estirada? Es tu opinión.
-No… si seguro que tú también eres una tía enrollada y eso… Oye, y ¿tú en que trabajas?
-Lo típico, vamos… Si te digo en qué trabajo… ¿Me dejarás en paz?
-Bueno… pero si yo no quiero molestar, que estamos aquí los dos solos esperando el metro y digo…¿por qué no vamos a ir los dos juntos hablando y tal y tal…
-Soy experta en Dim Mak
-¿…Qué es eso? ¿Una comida china?
-Eso es lo que te gustaría a ti…
-¿ Entonces?
-Es un tipo de arte marcial, también se le conoce como “El toque de la muerte”.
-Vale ya… tía, tú me estás vacilando, ¿no?
-Prueba,… intenta ponerme una mano encima que, con una sola presión de mis dedos, te puedo dejar sin respiración, inconsciente y seguramente inutilizarte para siempre la extremidad que yo decida. Todo esto sin que tú te des cuenta y sin apenas movernos de este asiento.
-… Bueno, pensándolo bien… yo ya me voy,… parece que oigo el tren… a lo lejos…
-Eso… aléjate, por tu bien.
¡Uff, otro pesado menos! Si supiera que tengo una hernia discal entre la cuarta y quinta vértebra lumbar y que, como consecuencia, me produce un dolor ciático que me baja por toda la pierna izquierda, además, del esguince en el tobillo derecho… ¡Ummm, qué bien huele este muguet!


martes, 25 de septiembre de 2012

Recordándola me siento ridículo

Llevaba prisa, era tarde y quería regresar a casa en metro. El andén estaba casi vacío, al bajar las escaleras, la vi a lo lejos, allí, sentada en un banco esperando, sobre ella un panel publicitario que a pesar de sus dimensiones se quedaba pequeño a mis ojos, no recuerdo ni los colores de su formato… Me quedé unos instantes agarrado a la baranda central de las escaleras, reteniendo en foto fija la imagen.
Una acera muy larga nos separaba, me acerqué a ella caminando despacio con las piernas y muy rápido con el deseo. ¡Estaba fascinado!
Ya estoy cerca, la miro una y otra vez, es muy hermosa, mi gesto se apacigua y esbozo  una pícara sonrisa infantil.
La sigo mirando, no me canso de contemplarla y sé que a ella no le molesta en absoluto ¡Es tan real! ¡Es tan auténtica!
Siento mis manos esposadas a pesar de que el ansia de tocarla no tiene freno. Ahora sé que puedo hacerlo con descaro, sin ningún pudor.
Es una figura en bronce con textiles. A sus pies, “La dama que espera” cartel también en bronce con el nombre del artista, en este momento, no lo recuerdo…

Silencios rotos


“ Perdona, pero creo que te he visto antes... No, no. Demasiado típico. Quizá si le digo algo de esas flores que lleva... Pero ¿qué? Yo no entiendo nada de flores ni de plantas y si me pregunta algo del ramo no voy a saber qué decirle. No sé... quizá podría decirle que la veo cada día y que me gustaría conocerla o invitarla a tomar un café, sin compromiso, por supuesto... solamente si le apeteciese, claro. Eso o no sé... pero así no puedo seguir. La veo cada día y cada vez me gusta más y siempre está sola, o sea que a lo mejor no tiene pareja. Pero si no tiene pareja ¿quién le ha regalado las flores? Qué guapa es, con esa media sonrisa y esa melena. Y además viste muy bien. Me gustan las mujeres elegantes. Quizá podría decirle eso, que creo que es una mujer muy elegante. Bueno. Ya pensaré algo luego, cuando esté más tranquilo en casa. Y de mañana no pasa. Mañana se lo digo”.

“Aquí está. Tan elegante como siempre y qué bien huele. A ver si hoy se atreve a decirme algo. Yo no pienso decirle nada. No quiero que piense que soy una fresca o una chica fácil o no sé. No, no. Nada de eso. Que me diga algo él primero. Hoy no lleva la misma colonia de ayer. Y se ha peinado diferente, pero está tan guapo... En fin. Esperaré a ver si se decide”.

Ese mismo día, el tren en que los dos desconocidos viajaban observándose de reojo, se salió de la vía. El impacto del primer vagón al colisionar con una de las paredes del túnel fue brutal. En ese vagón viajaban los protagonistas de nuestra historia y algunos pasajeros más. No hubo supervivientes.

ENTRE EL CARIÑO Y EL AMOR



¡Allí estaba!. Sentada y con la mirada perdida. Se lo intenté decir muchas veces, pero no supe cómo. Tenía miedo al rechazo y después todo se complicó. Lo único que podía hacer era ofrecerle mi hombro y escuchar lo que ya sabía.
Me senté a su lado y la miré con preocupación. Mi presencia la devolvió a la estación. Meri miró el ramillete de flores y lo tiró con rabia. Se echo en mis brazos, y sentí su cuerpo trémulo como la luz de una vela. Lloró en silencio durante mucho tiempo. Mi mano acariciaba su brazo mientras la besaba en la frente de forma paternal. Cuándo ya no le quedaban más lágrimas que echar empezó a desgranar lo que había acaecido hacía ya dos horas.- “Sabes... si me hubiera dejado por una chica, me dolería pero...”- Su voz era como un susurro.- “¡...Juan me dijo que se había enamorado de un chico!. Es tu mejor amigo. ¿Acaso tú no sabías nada?”.- Negué ofreciéndole un amago de sonrisa blanca como la mentira. Mi corazón estaba dividido por el cariño de mi hermana y el amor de Juan.




ROLAND & RENÉ

            “Yo suelo regresar eternamente al Eterno Regreso” Borges.

Roland Clauzel es el máximo experto mundial en la obra de Francois Truffaut. Su libro Truffaut y la Nueva Ola: una aproximación no crítica (Editorial Le Gaumont, 1987) se estudia en todas las escuelas de cine, se cita en todos los trabajos sobre el cineasta y es tema constante en todos los debates sobre la cultura cinematográfica francesa. Por eso no es de extrañar que su teléfono suene a las siete de la mañana del día 24 de Octubre de 1996, y que al otro lado, como quien susurra al amanecer, una voz le diga:
-         Lo hemos encontrado.

Bajo este críptico mensaje se esconde la gran obsesión de toda una vida dedicada a la investigación (y admiración) de la obra del cineasta francés, el mito hecho realidad, las horas, los días, las semanas y los años de dura e infructuosa investigación, las críticas de sus más mordaces detractores, un divorcio y la imposibilidad de dejar de fumar. Pero para Roland Clauzel todo eso ya no tiene la más mínima importancia: al fin se ha encontrado la prueba irrefutable de que Francois Truffaut dirigió su primer cortometraje antes de 1953, concretamente en 1952.

Al apagarse las luces de la sala de proyección, la mano de Roland roza instintivamente la mano de René, la culpable (si es que de culpa puede hablarse) junto con Francois Truffaut, de su divorcio. Ese gesto también es significativo, pues detrás de él hay horas, días, semanas y años de habitaciones de hotel y despedidas antes del amanecer, de promesas a medio cumplir y horarios que justificar, de miradas furtivas y perfumes que delatan. Sobre la pantalla aparece una claqueta en la que se puede leer: Despedida en el metro, escena primera, toma tres, dir. F. Truffaut. “Bajo la cúpula abovedada del metro de París, Roland y René entablan una tensa conversación. René le dice que ya no aguanta más, que debe pedir el divorcio, que está harta de pasar horas, días y semanas en habitaciones de hotel que deben abandonar antes del amanecer. La cámara, en un suave travelling, se desliza desde un plano general a un plano medio, acentuando así la profundidad de campo. Roland escucha y no dice nada. René baja la mirada y, como quien presiona el gatillo de una pistola con silenciador, susurra: hemos llegado al final. Fundido en negro.”

lunes, 24 de septiembre de 2012

El último rezo


Bajó las escaleras del metro a trompicones. Allí estaba él, observándola desde el otro lado del andén, con su habitual libro en la manos y aquella sonrisa pícara que le hacía estremecer. Se sentaron un instante, el uno junto al otro, sin casi dirigirse una mirada. Aquello era parte del juego, debían parecer desconocidos. Él le deslizó la nota, se levantó y de la misma forma que había aparecido, se marchó. Observó el papel, aquel día le tocaba a él. <<Je t'aime>> leyó, ruborizándose un día más. Pero la culpa no tardó en llegar, el sentimiento le había atenazado desde aquella primera vez, en la que él le rozó la mano de forma discreta en la capilla del monasterio. Lo había visitado con la excusa de documentarse para un trabajo universitario y ella le había guiado durante todo el recorrido. Desde entonces sus encuentros habían sido en aquel lugar, las hermanas no solían viajar en metro. Se guardó el papel en el bolsillo del pantalón, se marchó de la estación y se coló en el mismo portal de siempre. Cuando salió, se recolocó el hábito y se encaminó a la capilla, para volver a rezar una vez más.

Un ramillete de muguet



Cada tarde pasaba a mi lado a  la misma hora, se dirigía hacia Saint Sulpice, línea seis, siempre seria y triste. Parecía la mujer más apenada del mundo. Jamás la vi sonreír; por eso aquel día tomé un ramillete de la pequeña floristería donde trabajaba y salí tras ella, sin pensármelo dos veces. Se sorprendió cuando me acerqué al banco donde aguardaba y se lo ofrecí, negaba rotundamente con la cabeza, al final lo tomó entre sus manos. Un ligero atisbo de sonrisa me transformó en el hombre más feliz del universo. Ahora ya sé que estudiaré húngaro con todas mis fuerzas.

La Vie en Rose

 La elegí por ser la ciudad más romántica del mundo.  Aquella donde todo es posible y los sueños casi siempre se cumplen. La de la música en la calle y los paseos interminables de la mano... “La ciudad del amor“, así me la vendieron en aquella agencia.
Aposté todo a un fin de semana. Ese viaje era lo último que me quedaba por hacer para no perderla. Necesitaba volver a conquistarla porque la quería con toda mi alma y sin ella mi vida no tenía ningún sentido. Me aterrorizaba pensar que pudiese tener que suplicarle o ver en sus ojos un atisbo de pena por mi. No lo habría soportado.
Cruzamos el Sena sobre un pequeño barco dónde un músico tocaba La Vie in Rose; Subimos hasta lo más alto de la Torre Eiffel para contemplar los colores de la ciudad en otoño; Paseamos por un Montmartre soleado y repleto de artistas y parejas de enamorados; Hice y dije todo lo que creí que podría devolvérmela pero de nada me sirvió. Nada hizo que me volviese a mirar como lo hacía antes porque ella ya no era mía. Y a cada minuto que iba pasando la sentía más y más lejos, como si su preciosa cabeza estuviese en otro sitio o como si su corazón hubiese dejado de latir. De latir por mi.
Durante una terrible agonía seguí ahí, caminando a su lado y sintiéndome morir por dentro. Y a cada paso que dábamos me iba rompiendo en un nuevo trocito que ella nunca se agachó a recoger. Por supuesto, yo seguí caminando.
Al anochecer, ya agotados, bajamos la escalinata de la estación para regresar al hotel. Me había quedado sin palabras ni historias que contarle y estaba tan cansado que me senté a su lado sobre uno de los bancos del anden. No recuerdo haber sentido nunca más frío que en aquel lugar. Ella miraba al frente como si algo la tuviese hipnotizada mientras jugueteaba con una flor que le había regalado un rato antes. Seguía sin hablarme pero estaba tan bonita… El frío se me clavó aún más y sentí un largo escalofrío. Guardé silencio y la observé durante aquellos minutos intentando memorizar desde la forma perfecta de sus labios al perfil de su silueta. Toda mi vida estaba justo allí, sentada a mi lado en aquella vieja estación que se iba desvaneciendo junto a ella.
Y llegó nuestro tren rompiendo de golpe el hechizo con su silbido… Los dos subimos a ese vagón pero mi corazón se quedó allí para siempre, vagando perdido por la ciudad del amor.


http://youtu.be/ckGcZ9NC4FA
 

viernes, 21 de septiembre de 2012

FALLO DEL CONCURSO "RELATOS DE VERANO"

Reunido el jurado formado por: Asunción Serra, Luis Benavent, Eulalia Rubio, Mercedes Millastre y Lucrecia Hoyos. Decide otorgar el primer premio al relato:

Un dibujo en la pared

Y como finalistas por orden alfabético:

Blanca gaviota de tinta
Chicas de carretera
Envidias, tesoros y otras sensaciones
Hasta siempre
Un viaje diferente

Enhorabuena a todos. Esperamos conocer pronto vuestros nombres. Un abrazo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

OLAYA


La negrura de la noche no le producía temor y hacía el mismo recorrido una vez al año, en las mismas fechas, desde que ella recordaba. Su inquietud necesitaba sosiego, ese sosiego que solo se lo podía dar aquella salida. Una vez en el lago, Olaya caminaba por sus aguas gélidas, sin importarle que éstas se quebraran. Se arrodillaba y una necesidad imperiosa le hacía mirar a la profundidad del lago, acariciando lo que no veía y, sin saber por qué. La angustia se iba evaporando sintiendo una inexplicable paz.

Escondido entre los árboles, la figura de su padre anhelaba ser invisible. Sabía de sus salidas nocturnas y la seguía para asegurar su bienestar. Pisaba las huellas que Olaya dejaba entre la alfombra blanca de nieve para no ser detectado. Había envuelto en papel de regalo la muerte de su mujer. Se le leía el sufrimiento en los surcos de su piel, cuando al fin le dijo a su hija, que su madre había sido asesinada por un rufián poderoso que se enamoró de su belleza, la quería para sí a toda costa, pero ella lo rechazó en contra de su familia. Él juró y perjuró que se vengaría. Su cuerpo apareció sin vida en el lago.

Aquellos sucesos habían tenido lugar hacia ya casi veinte años y el tiempo había condenado a Olaya, como mero papel de espectador de una función en la que se habían tejido los hilos de su destino.


 

DESMONTANDO A CAPERUCITA


No se si se habrán fijado, pero en el cuento de Caperucita Roja, que Perrault copió de la tradición oral más antigua y más tarde los hermanos Grimm versionaron, dándole ese toque de misterio, hay una serie de incongruencias, que no deberían escuchar los niños y niñas a los que va dirigido.
En primer lugar, el cuento nos dice que una pobre abuelita, una anciana, vive sola en el bosque, empezamos mal y que la mamá de Caperucita (que debe ser su primogénita), envía a su hija pequeña, dándole unas pobres directrices, para que lleve comida a la abuela a través de unos parajes solitarios y cuanto menos, inquietantes. La cosa empeora.
En segundo lugar, Caperucita, acepta el recado suicida de su madre sin cuestionarlo, bueno. Y se supone que debe conocer el camino a la casa de su abuela. Este dato es importante como veremos más adelante.
En tercer lugar, Caperucita, haciendo caso omiso de lo que mamá le ha dicho, se entretiene cogiendo flores por el bosque. No voy a pararme a pensar qué flores recoge una niña tan pequeña, los peligros inherentes a una vocación botánica temprana, no son mi terreno. Genial.
En cuarto lugar, Caperucita se encuentra con el villano del cuento, un lobo, que además de hablar, tiene la astucia suficiente para sonsacar a la niña a dónde va tan solita, idear un plan para engañarla y llevarlo a cabo mostrándola el camino más largo para llegar a la casa de su abuelita. Aquí, es dónde encaja mi suposición de que la niña ya debería conocer ese camino, puesto que en el cuento, por todos es sabido que la madre no dibuja mapa alguno y por lo tanto, caperucita, no debería dejarse engañar tan fácilmente. Vamos bien.
En quinto lugar, ¿por qué el lobo  no muestra a Caperucita el camino más corto?, es un cánido cuadrúpedo y carnívoro que en su búsqueda de alimento puede llegar a alcanzar los 60 km por hora y una niña de, pongamos 5 años, en una hora recorrerá como mucho 3 km. Sumo y sigo.
En sexto lugar, el lobo parlanchín, llega antes a la casa de la abuelita, imita la voz de la nieta, engaña a la anciana y la ingiere de un solo bocado con camisón y todo. Haré como que me lo creo.
En séptimo lugar, llega Caperucita por el camino largo, sin perderse y sin que caduquen los alimentos que lleva en la cestita. El lobo, que recordemos, se había comido a la abuelita de un bocado; tiene tiempo para regurgitar el camisón de la difunta, vestirse, meterse en la cama y haciendo gala de nuevo de sus dotes ventrílocuas, imitando la voz de la abuela con una perfección más propia de un licántropo, invitar a la niña para que pase. Vale. Caperucita, que debe ser idiota, muerde el anzuelo y ahora, es cuando sucede algo que debería acabar con los huesos de los hermanos Grimm en la cárcel: pide a la niña que se meta con él en la cama para darle calor. Señores, como mínimo, aquí veo dos delitos tipificados en el código penal, uno, de invitación a la zoofilia y el otro, de intento de abuso de un menor. Teniendo en cuenta que este lobo tendrá al menos 4 o 5 años y que al igual que los cánidos, para pasarlos a una edad humana, cada año debe multiplicarse por 7, el pájaro, tiene 35 añazos, vamos, que ya es mayor de edad. En fin.
En octavo lugar, todos sabemos cómo termina el cuento, con una serie de preguntas por parte de la malhadada caperucita y respuestas del lobo con incontinencia verbal. Un diálogo, por otro lado, en mi opinión, congruente. Son preguntas que, perfectamente, podría plantear una niña de 5 años. Las respuestas, llevan al inevitable desenlace en el que el canis lupus, también se come a Caperucita.
Y colorín colorado… diez años de terapia para los niños que lo escuchen y sufran por ello de terrores nocturnos.
Vamos a ver, si lo que se quería demostrar con éste cuento, era el contraste entre la seguridad del poblado, terreno conocido y el peligro del bosque, o sea, de lo desconocido, en mi modesta opinión, hay maneras más afortunadas de hacerlo.

Para todos los padres cuyos hijos se hayan visto afectados en el normal transcurrir de su infancia por culpa de este cuento, aquí les dejo mi teléfono 902191047 (La Fontaine y Asociados), no duden en llamarme, este juicio lo tenemos ganado.

martes, 18 de septiembre de 2012

UNA LUZ EN LA NOCHE



Dime cómo es. A que es guapa. A que su piel es blanca como la leche y sus ojos tienen el azul del mar. Y su boca…, su boca está rodeada por hoyuelos que le dan más gracia aún a su rostro, ¿a qué sí? Yo sé que es como un hada de esas que me describe en sus cuentos, con un cuerpo esbelto, el cabello largo y vestida con una larga túnica, ¿sabes?, también me imagino que lleva una lámpara en sus manos que la guía hasta aquí.
-Sí Lucía, sor Jacinta es como  la imaginas; ahora duérmete que ya es la hora y el doctor dice que si no duermes lo suficiente no te recuperarás.


Buscando el camino



                                                           

    Estoy harta de que me llamen “Caperucita Roja”. Hace años que soy mayor de edad. Tuve que retirar aquel abriguito  rojo tan cursi y  ahora visto una ropa mucho más glamourosa, como la preciosa capa de terciopelo que hoy luzco. Respecto al lobo, hace tiempo ya que hicimos las paces. Era estúpido continuar con nuestra absurda enemistad. Desde los famosos documentales de Rodriguez de La Fuente, todo el mundo sabe que puedes hacerte amiga de los lobos e, incluso, convivir con ellos de forma pacífica. Al tener que atravesar el bosque a diario, tuve que camelármelo: metí en el tuper un poco de carne sobrante del cocido y así fue cómo cayó en mis redes. Mi abuelita, la pobre, murió por un atracón de frutos rojos. El médico le había dicho que los comiera para evitar las infecciones de orina y se pasó. Fue el cazador quien me avisó. Es un hombre de gran atractivo, pero me lleva veinte años y, además, está casado, lo nuestro se ha quedado en una atracción meramente platónica.

Ahora busco el camino para salir de aquí. Quiero escapar de este cuento. Sí, sí…han leído bien. Yo no tengo la suerte de tener un príncipe azul, si bien es verdad, que no he tenido que vérmelas con brujas ni con madrastras, aún así, quiero encontrar el camino que me lleve fuera del libro. ¿Que no puedo salir??... Y tanto!! Me lo dijo la Cenicienta y debe ser verdad porque ya no la he vuelto a ver. Resulta que tuvo que dejar al príncipe porque, al parecer, perdía un poco de aceite. Aladino, al enterarse, habló con el genio y éste, con su magia la metió en la lámpara, cuando algún niño se deja el libro abierto, Aladino alarga el brazo y deja la lámpara en el exterior, esa es la forma de salir de aquí. La curiosidad infantil hace el resto y la incredulidad paterna hace que no seamos descubiertos.
Parece que veo una luz acercándose.  Debe ser Aladino…¡Hasta siempre!, ya es hora de que leáis otros cuentos más adecuados a la época en que vivís. Espero salir pronto de la lámpara, me han dicho que dentro hace muchísimo calor, si os encontráis  con ella no dejéis de sacarle brillo…

Lágrimas de sangre






Llevaba tras aquellas huellas desde que comenzaron los asesinatos. Las había estado siguiendo durante días, con los nervios a flor de piel y una ligera sospecha dibujada en su mente .

Se agachó sobre la nieve y observó el camino. La luz del farolillo iluminaba las sombras que acechaban a su espalda, pero se levantó haciendo caso omiso de ellas y se ciñó la capa. Aquel frío invernal le hacía tiritar. No había tenido tiempo de abrigarse, el grito se había escuchado desde el bosque maldito y había tenido que salir vestida con la ropa de cama. 
Un sonido frente a ella le hizo reaccionar. Se adentró en la espesura del bosque intentando olvidar sus temores. Pero sus ojos se empañaron cuando lo tuvo frente a ella. Lo había estado sospechando desde el primer día, la duda era "¿Desde cuándo?". Le sonrió desde el pequeño claro y ella se acercó con la sangre latiéndole en las sienes. Él tomó sus manos y le dedicó su mejor sonrisa. Aquella sonrisa con la que conquistó su corazón y su alma. Los colmillos afilados asomaron por las comisuras de su boca. Le apartó el cabello y acercó los labios a su cuello. Ella rozó con la punta de la estaca su espalda. El abrazo duró un segundo, hasta que la nieve se tiñó de rojas lágrimas de sangre.

El viejo molino


¿Por qué no ha venido? Él, sabe el riesgo que corro al acudir cada luna llena al viejo molino. Debe haberle acaecido una desgracia. Es noche cerrada y los caminos son peligrosos, mi caballo está nervioso y Emilia, mi doncella, me ha rogado que en esta ocasión, no viajara sola…
¿Por qué no ha venido? Él sabe que nuestros encuentros son juramentos de sangre. Su mujer, quizá, sea ya sabedora y le mantenga retenido. ¡Mi marido! Gonzalo, puede que esté sobre aviso y haya ordenado un escarmiento para él y una penitencia para mí.
Tengo que encontrar una señal, la nieve está fresca, la luna se refleja en ella vistiéndola con un manto aterciopelado. Solamente encuentro pisadas de alimañas, no puedo cejar, tengo que hallar una razón a este desamor. Quizá haya sido herido, abandonado en algún recoveco del bosque y no pueda darme aviso. Debo seguir buscando, no puedo regresar a mi lecho sin haber compartido el nuestro.
No puedo regresar sin sus besos, sin sus gemidos, sin sus caricias que me permitan sobrellevar la vida anarga de señora con un dulce infierno de amante. Ser amada sin poder amar.
¿Por qué no ha venido?

lunes, 17 de septiembre de 2012

Un largo lamento





Se desconocía su origen, si era hechicera, bruja o hada, pero toda la gente de la aldea sabía de sus correrías nocturnas. Cada día  la veían caminar por el bosque con su larga capa y su farolillo, siempre  a la misma hora y entonando una vieja canción. Los niños la temían, su aparición les helaba el aliento. Contaban y contaban historias de ella, algunas  perversas, y eso que jamás se había demostrado que hiciera daño a criatura alguna. Al caminar resonaban las campanillas que ceñían sus pies y  que acompañaban el largo lamento que salía de su boca. Buscaba el anillo perdido, el que correspondía a sus tobilleras. Era su ajuar de novia, incompleto hasta que no lo encontrara. Según la tradición no podía casarse sin tenerlo. Fue un descuido imperdonable para todos. Ella, por el contrario, se sentía liberada y feliz. La luz de las luciérnagas siempre la acompañaba.

viernes, 14 de septiembre de 2012

EL LLAVERO



 Sin petición previa dejó su cepillo de dientes al lado del mío. Pronto me encontré entregándole mis llaves para que hiciera una copia. Las colocó en un llavero con adornos metálicos, muy sonoros. Su tintineo diario a eso de las 15:30 h me hacía vibrar de emoción y deseo.
Sigo temblando al oírlo. La hora de su llegada es imprecisa, pero el sonido que  anuncia la tragedia sigue siendo idéntico al que me elevó a la gloria.

UN DÍA FATÍDICO


Se encontró delante de la puerta de su casa e intentó introducir la llave. La cerradura le pareció más pequeña.

Desde hacia algún tiempo, un día sí y otro también llegaba a casa con una melopea de aquí te espero.

Miró el reloj, dudó si pulsar el timbre. Al fin consiguió meter la llave pero no pudo abrir la puerta. Se imaginó el llavero de su mujer obstruyendo su entrada, seguramente estaba colocado en el bombillo por la parte interior de la puerta:  llaves de diferentes colores y una muñeca muy llamativa que parecía que hablaba por sí misma. 
Apoyado en la pared del rellano, se dejó llevar por su desanimo que arrastraba desde el día que empezó a beber desenfrenadamente, aquel fatídico día y dejó caer su cuerpo hasta verse sentado en el suelo. Bajo su mirada, las paredes ondeaban como algas bajo un estanque. El techo se alejaba en un soplo. En su delirio de embriaguez, se imaginó a su santa señora reprocharle el comportamiento tan inapropiado de esta última temporada.
La puerta se abrió.
-¡Pero... papa!. FERMIN... échame una mano. ¡No sé que vamos hacer contigo papa!. Tienes que superar la muerte de mama.

TRAMPA



Me decidí a entrar al ver las llaves abandonadas en la cerradura. Las reiteradas llamadas al timbre habían resultado infructuosas. No soy un ladrón, aunque algo de eso sentía en mi interior cuando crucé sigiloso el umbral. Introduje el manojo de llaves en mi bolsillo para evitar sorpresas desagradables. Siempre me había gustado el aspecto alegre y desenfadado de mi joven vecina, Pamela, aunque apenas la conociera. Ahora el piso corroboraba el buen gusto de su propietaria. ¿Se dedicaba al diseño? Me deslicé por el salón y el resto de dependencias, todo se hallaba desierto y en orden. Aquella puerta debía ser la de su habitación, estaba cerrada. La empujé un poco, despacio, como temiendo inmiscuirme en su privacidad, y allí estaba ella, tumbada con un libro sobre la cama.  Quiero pensar que me esperaba, pues el gesto de aproximación que me hacía con su mano no dejaba lugar a dudas.  No cruzamos palabra alguna. Desperté yo solo en su cama, ni rastro de ella. Golpeaban la puerta, no entendí bien qué gritaban, aunque sí la palabra Policía. Entonces comprendí mi increíble situación y me sentí como una rata cazada por el aroma cautivador de un  exquisito queso.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La llave de su mente

Se encontró de nuevo ante aquella puerta. Una vez más había llegado hasta ella sin recordarlo, pero allí se encontraba. No comprendía cómo ese llamativo color blanco y sobretodo aquel llavero colocado sutilmente sobre la cerradura podían infundirle unos sentimientos tan contradictorios. ¿Era miedo a lo desconocido y curiosidad al mismo tiempo? No lo sabía de todo.  Su mano se acercó temblorosa pero una vez más se quedó paralizada al escuchar la voz. Aquella voz que había sentido siempre que se acercaba a la puerta. Nunca había llegado a reconocerla, ni si quiera entendía lo que decían las palabras, pero aquel día fue diferente, pudo escucharla con claridad.
- Pamela, ¿Me escuchas?. Tienes que salir adelante.
Entonces lo recodó. Recordó las copas de más. Recodó la oscuridad en la carretera. Recordó la lluvia salpicando sobre el cristal de su coche. Recordó como el vehículo patinaba. Recordó como perdió el control. Recordó la oscuridad.
Pamela extendió la mano con decisión y abrió la puerta.
- Ya vuelve en sí, avisaré a un médico - Dijo una voz.
Abrió los ojos lentamente.
- Pam ¿Recuerdas qué ha pasado? Te dejaste las llaves de casa puestas  y te marchaste corriendo de la cena. Has estado doce días en coma...

martes, 11 de septiembre de 2012

Un brazalete de llaves


 
El cuadro estaba terminado… Era un encargo de un cliente un tanto excéntrico. Las indicaciones fueron sencillas: Sería un lienzo de grandes dimensiones, tendría una puerta lacada en blanco, una cerradura de bronce y unas llaves esposadas en un peculiar brazalete olvidadas en ella.
Pamela, dudó en aceptar el pedido, la idea le parecía peregrina y poco lustrosa… pero accedió, los tiempos no están para despreciar ningún trabajo.
El trato lo hizo directamente con el interesado, un hombre alto, huesudo, con un exagerado bigote y ademanes misteriosos. Entró en la tienda una tarde, curioseó de puntillas la obra expuesta y sin más preámbulos, le ofreció una sorprendente cantidad por el proyecto.
-          La mitad al empezar y el resto al término de la pintura.
Depositó un fajo de dinero en el mostrador con un número de teléfono dibujado en el primer billete, encima, el llavero que debía reproducir en el cuadro.
-          Dispone de treinta días para terminarlo.
Jamás nadie contesto al teléfono. Nadie se presentó en el taller para reclamar la obra. Un día cualquiera, un mensajero le entregó un pequeño paquete, cumpliéndose así el acuerdo.
Pamela, tiene el cuadro y el llavero expuestos en el escaparate, brillan sobre un lecho flores secas. No tienen precio...

Behind the door.


Jueves 23:30  Conocí a Pam en el “Behind the door”.  La sala estaba llena. Sudor en vez de humo, Salsa en vez de Rock, minifaldas. Preparo mi mejor frase, esbozo mi mejor sonrisa y voy hacia ella con un mojito en cada mano. No puedo fallar.

Viernes 03:00  ¿Subes a tomar la última? Charla explícita, sexo etílico, sábanas limpias.

Viernes 09:30 Me despierto. No hay nadie en la casa de Pam. El te aún se conserva caliente en la tetera cubierta por una gallina hecha de punto. Una nota en la nevera: “Me he ido a trabajar, coge lo que quieras del frigorífico. He dejado las llaves puestas en la puerta, cuando salgas, cierra con dos vueltas y mételas en el buzón. No te preocupes, llevo las llaves del buzón y del portal en mi bolso. Apúntame tu móvil, ya te llamaré, guapo. XXX”

Viernes 18:00 Pam, entra en el portal, abre el buzón, las llaves de casa están dentro, sonríe. Sube. Abre la puerta del piso, entra en su casa. El piso está completamente vacío. No hay televisor, no hay sillones, la ropa de los armarios está tirada por el suelo. Los cuadros han desaparecido, las joyas y el estéreo, también. Entra en la cocina. No hay nevera, la gallina de punto no está, sobre la tetera hay una nota: “Gracias por tu hospitalidad, Pam. Cogí lo que quise del frigorífico y del resto de la casa. Ayer me lo pasé genial. Espero haber estado a la altura, guapa. XXX”.

Pam, hace memoria. No recuerda su nombre, quizá ni se lo dijo, no recuerda su cara, tan sólo recuerda su olor, pero no cree que eso sirva de mucho. Al menos tiene su caligrafía. Vuelve a leer la nota. El muy cabrón la ha escrito en letras mayúsculas.

Silencio de amor





Descolgué el teléfono al tercer timbrazo. Aunque no miré la pantalla, estaba seguro de que era ella. Así que no me sorprendió escuchar la voz aterciopelada de Pamela Flores.
       -¿Leonardo?
       -…
      -¿Leonardo, estás ahí? Contesta que no tengo todo el día –refunfuñó molesta ante mi silencio-. ¡Sé que me estás oyendo y quiero verte dentro de media hora en mi casa! ¡Escúchame bien!, tengo que salir un momento a recoger un paquete,  dejaré las llaves puestas para que puedas entrar. Si no te encuentro a mi vuelta, iré a buscarte yo misma y te traeré de una oreja.
Colgó con rabia el auricular, pude sentirlo a través de las  ondas electromagnéticas.
Pero qué podía hacer yo, pobre mendigo de su inmensa belleza. Ya me había utilizado de todas las formas posibles. Había copiado para ella todos los modelos de la nueva temporada a los mejores modistos del mundo. Su taller tenía preparados los hermosos clones para sacarlos al mercado antes que los originales. Pamela había puesto a trabajar a media Sevilla. Todo el mundo la adoraba. En mi mesa había una citación de la policía para ir a declarar. No tenía escapatoria. No quería que, de ningún modo, me relacionaran con ella. Era mi última ofrenda, yo solo cargaría con la culpa. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

MOLDES

No me había parado a pensar en el significado de esa palabra. Sin embargo, me guiaba sigilosamente, llevándome por un camino marcado de antemano.
Crecí siendo un niño más o menos travieso, un estudiante más o menos bueno, tuve más o menos suerte en el amor y el trabajo. Me acostumbré a vivir de aquella manera. Hasta que un día el destino me pilló por sorpresa. Un desafortunado accidente se cruzo en mi camino, interrumpió mis planes, dejándome en la oscuridad más profunda. 
Fue a partir de entonces cuando supe que había otra manera de "ver" las cosas.

viernes, 7 de septiembre de 2012

METAMORFOSIS

Tu cuerpo fue motivo de mi inspiración y tus engaños, mi inconsciente forma de actuar. Una fila interminable de personas susurra admirando tu belleza, pero no se dan cuenta que debajo de la fría piedra  de alabastro  se detecta casi invisible tu piel rosada. Soy como la metamorfosis de la mariposa, siendo el proceso a la inversa, UN CAPULLO. Te miro con el deseo de poder darte vida aunque fuese de forma efímera. Deshacer lo hecho. Pero el recuerdo de tus constantes burlas hace que la locura realizada se convierta en la sensatez de lo incomprendido.