miércoles, 11 de enero de 2012

LA VERA STORIA DI PINOCCHIO. Por Justiniano Rinotmeta.

Buenas noches, damas y caballeros. Espero que sabrán disculpar mi osadía al interrumpirles su grata velada para solicitar de ustedes un poco de atención. Mi propósito no es otro que el de contarles una breve historia a cambio de unas monedas porque si es triste pedir, más triste es robar.
Mi verdadero nombre no es “Pinocchio”, como algunos de ustedes puedan creer, sino “Vinocchio”. No soy un muñeco de madera sino un hombre de carne y hueso y con vino por sangre. Al contrario de lo que piensa la mayoría de la gente, mi nariz no crece cuando miento sino cuando digo la verdad, que es cuando bebo vino porque como es sabido por todos “in vino veritas”. Lo que sucede es que a muy pocos les gusta que le digan la verdad a la cara y su mecanismo de defensa es la calumnia. Por eso me veo en esta tesitura de pedirles dinero porque nadie quiere darme trabajo. Bueno, sí que me lo dan, pero enseguida me despiden por exceso de sinceridad; “incompatibilidad con la filosofía de la empresa” según ellos. Pero si su filosofía es la misma que la mía: ¡ganar dinero!.
No tengo pareja porque nadie aguanta conmigo más de un día. Y de aventuras de una noche ni hablar porque nadie resiste a mi verdad ni cinco minutos. Es más, siempre acaban partiéndome la cara –otra vez por culpa de mi sinceridad- y eso duele, no el bofetón en sí, sino lo que ello conlleva: insultos, falta de respeto y, lo peor de todo, el desprecio.
Lo de la falta de respeto y el desprecio no crean que es broma, no. Hace tiempo fui a urgencias porque un armario se empeñó en usar mi cara como un balón. Una vez allí, cuando descubrieron que mi grupo sanguíneo era Merlot del 98, no se imaginan la fiesta que se montaron a mi costa; y yo, mientras tanto, con la vía abierta conectado a una bolsa de extracción de 500 c.c. durante toda la noche, hasta que cambió el turno. Casi me muero. Me dieron un bocadillo de jamón y queso con tomate y anchoas sin jamón sin queso y sin anchoas; los buenos días disfrazados con un hasta nunca y una mirada del guarda jurado clavada en mi nuca que casi me desangra de nuevo.
Podría seguir contándoles desventuras de mi vida pero observo que empiezo a cansarles así que, sin más dilación, me despido de ustedes agradeciéndoles de antemano su atención prestada y el donativo que tengan a bien concederme. Buenas noches.

4 comentarios:

  1. Sencillamente, ¡brillante!. Me ha gustado muchísimo, Eufrasio. Esa manera de captar el lenguaje oral, recuperar la tradición del "cuentacuentos" que a cambio de sus historias mendigaba un mendrugo de pan.
    Precioso, de verdad.

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  2. A mí también me has dejado sin palabras, pienso que este monólogo es fantástico. Ultimamente estás que te sales.

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  3. Ay Vinoccio, Vinoccio! con la crisis muy poco puedo darte, unos céntimos apenas, pero eso si, mi aplauso lo tienes y bien fuerte. Enhorabuena por tu excelente relato.

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