miércoles, 31 de agosto de 2011

LEONCIO Y SUS HERMANOS

Érase una vez un león llamado Leoncio. Era el mayor de cuatro hermanos. Cada día salían a cazar, pero a Leoncio eso le aburría. Él prefería mirarse en la charca y acicalarse su bonita melena dorada, afilarse las garras o limpiarse su cola. Un día no quiso acompañar a sus hermanos y esperó a la sombra de un arbusto. Cuando los otros tres llegaron con la cena, él se la quitó y les dijo que si no se la daban le chivaría a su mamá que llevaban tres días sin lavarse los dientes y ella los castigaría. Al día siguiente volvió a quitarles la cena, amenazándoles con decirle a mamá que habían ido solos al pantano de los cocodrilos, ¡con lo peligrosos que eran!. El tercer día también les arrebató la cena y si no se la daban le contaría a mamá la escapada a la montaña de las serpientes y el castigo sería duro. Los tres hermanos de Leoncio estaban un poco hartos de él, siempre tan presumido, tan vanidoso. Fue entonces cuando decidieron vengarse. Cazaron un conejo y dentro metieron unas bolitas rojas, que su madre les había dicho que nunca comieran porque les dejaría la boca muy dolorida. Aquella tarde, Leoncio todavía contemplaba su bonita melena en la charca. Se pusieron a su lado y un apetitoso conejo se reflejaba en el agua. Como era de esperar, se lo arranco de un zarpazo de la boca del hermano. Le dio un bocado y al momento, en su boca estalló un volcán de lumbre y brasas. Sonó un enorme rugido y salió corriendo a frotar su lengua por el barro. El dolor de su boca duró varios días y no le dejaba probar bocado. Delante de sus narices, los tres hermanos de Leoncio comían y se reían de él a carcajada. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

martes, 30 de agosto de 2011

UNA AMISTAD EXTRAÑA

Dori se sentía triste por la muerte de uno de sus dos bebes. Andaba pendiente de su hijo procurando enseñarle  todos los peligros que existían en la sabana para que pudiera escapar en caso de peligro. El pequeño antílope se sentía feliz jugando en el bosque, su mama se había alejado sin darse cuenta y el antílope se ve sorprendido por un pequeño león, sin asustarse le pregunta su nombre.
            -Hola... ¿Cómo te llamas? –Preguntaba Pen entusiasmado andando alrededor de Ros el pequeño león.    
            Ros lo mira con sus ojos grandes, este año no había sobrevivido más crías en la manada y estaba cansado de jugar con adultos, le contesta con una gran sonrisa.
            -Me llamo Ros y ¿Tú? – Le dice el pequeño león.
            -Mi nombre es Pen.
            Ros lo mira sorprendido de que no se asustara con su presencia, su madre le había enseñado que los antílopes era un gran manjar para ellos y extrañado le dice.
            -¿Tú sabes que yo soy un león?
            -¡¡¡Si...!!!¿Porque me lo dices?, crees que soy tonto.-Le contesta Pen indignado.
            -Bueno, como no te asustas, la verdad me sorprendió.
            -Ya me dijo mi madre que teníamos que tener mucho cuidado con los leones, que eran enemigos nuestros, pero la verdad tú eres muy pequeño para atacarme y yo tenía la esperanza de que pudiéramos ser amigos. –Baja la cabeza con un semblante triste. –No tengo ningún amigo, mi madre me dijo que este, era un año extraño y no habían nacido muchas crías, que era un privilegiado y como creo que tú también lo eres...
            -Tienes razón, seremos amigos, pero tienes que guardar el secreto, si mi familia se entera no se que pasaría.- Le contesta Ros.
            -Vale será nuestro secreto.
La niñez de Ros y Pen fue pasando entre juegos a escondidas de sus parientes, convirtiéndose en unos bellos adolescentes.
Cuando la manada de leonas salían de caza por la zona donde se encontraba Pen, Ros iba cerca de las hembras sin que éstas se dieran cuenta. Un día divisaron el rebaño de gacelas, se acercaban con sigilo y paciencia, hasta que llegara el momento de poder saltar sobre alguna presa. Pen levanta la cabeza esperando encontrar a su amigo, pero no ve a nadie, sigue comiendo desconfiado, pues nota el olor de su amigo muy cerca, hasta que se da cuenta y pone en aviso a todos que corren a gran velocidad. Las leonas quedan sorprendidas, no hicieron ningún ruido que pudieran poner en alerta a las gacelas, corren tras ellas con la esperanza de coger alguna presa, pero al final llega la decepción, con la cabeza gacha dan la vuelta sin entender que ocurrió, con la gran suerte que se encuentran con unas cebras a las que si pudieron dar caza y llegan a casa con el estomago lleno.
            El rey de la manada estaba disgustado con sus hembras, no era la primera vez que ocurría. ¿Como podía ser posible no dar caza a las gacelas?. Ros les decía que se había comentado por la sabana que había un antílope con alma de león y sabia cuando se acercaban. El rey quiso comprobar con sus propios ojos el mito que se decía por la sabana.
            Pen llegó a ser el macho dominante de su rebaño, salvándolo de los ataques de lo leones y Ros llego a ser el rey de su manada, sabían que no los podían ver juntos, pero de vez en cuando se escapaban para poder disfrutar de la compañía de su mejor amigo. Nunca hubo una amistad tan grande ni tan leal como la de Pen y Ros, que murieron de viejos por su sabiduría y lealtad.

lunes, 29 de agosto de 2011

LA NIÑA-MURCIÉLAGO (para tod@s l@s hij@s, sobrin@s y niet@s de VE)


Érase una vez una niña que se llamaba Luna y a la que le gustaba mucho jugar. Tanto le gustaba jugar que no quería dormir por las noches.  Luna se pasaba toda la noche dando vueltas con su bici por el pasillo de su casa, saltando en el sofá, haciendo volteretas en la cama...
     Por las mañanas, cuando todos los niños se levantaban, Luna tenía que dormir porque estaba cansada de jugar toda la noche, así que no podía jugar con otros niños a juegos más divertidos como la pelota, el escondite, o el pillo-pillo.
     Luna, de tanto jugar por la noche y dormir por el día, poco a poco se fue convirtiendo en un murciélago, los brazos se le convirtieron en unas enormes alas, las orejas se le hicieron muy grandes y los ojos muy pequeños (porque por la noche todo está a oscuras)  Convertida ya en murciélago sólo podía hacer cosas de murciélagos como cazar polillas, revolotear alrededor de las farolas y estar horas y horas colgada boca abajo porque volar cansa mucho.
     Una noche, Luna quiso ver a sus amigos y jugar con ellos, así que se esperó a que amaneciera. Pero por la mañana descubrió que sus amigos ahora le tenían miedo porque era un murciélago y que cuando quería decirles quién era, de su voz sólo salía un chillido muy desagradable. Luna se fue volando sola y triste a su casa pensando que nada de eso estaría pasando si hubiese jugado por el día como hacían todos sus amigos.
     Por la noche, mientras seguía llorando de tristeza, un búho que la observaba le preguntó que por qué lloraba. Cuando Luna le dijo que era porque quería volver a jugar con sus amigos, el búho, que era muy sabio, le dijo que repitiera seis veces seis, treinta y seis, “quiero dormir esta noche” con los ojos muy bien cerrados hasta dormirse; y así hizo, empezó a repetir "quiero dormir esta noche", "quiero dormir esta noche", "quiero dormir esta noche", "quiero dormir esta noche", "quiero dormir esta noche", "quiero dormir esta noche"... hasta que por fin se durmió.
     A la mañana siguiente, cuando Luna se despertó, vio que las alas de murciélago se habían convertido otra vez en sus brazos de niña y que de nuevo podía jugar a la pelota, al escondite y al pillo-pillo porque sus amigos ya no le tenían miedo; y todos jugaron y se divirtieron juntos durante todo el día... Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

domingo, 28 de agosto de 2011

CUÉNTAME UN CUENTO

Cada noche mi imaginación encuentra al lado de la cama de mi hijo sus alas para sobrevolar mundos imposibles, personajes llenos de encanto, parajes mágicos…, es nuestro momento preferido del día, él fija sus ojos en  mis gestos y su cara va dibujando el asombro, el susto, la alegría…, al ritmo que le marquen mis narraciones, el final siempre es feliz y la última expresión de su rostro antes de dormirse es de placidez.
Hoy no encuentro mis alas.
Hoy no encuentro las palabras y mi hijo comienza a impacientarse.
-Mamá, cuéntame un cuento.
Empiezo a hablar despacio desgranando las palabras con suavidad:
Mi cuento trata de una familia como la nuestra: un padre amable y cariñoso, una madre entregada a sus hijos, una hermana mayor y un niño de 5 años.
¿Qué pasaría si las hadas quisieran llevarse con ellas a la mamá?, solo se llevarían su cuerpo, en realidad ella seguiría con su familia, aunque no pudieran verla ella les vigilaría y les mandaría su cariño y sus consejos.
-Tiene que ser muy emocionante visitar el país de las hadas, si ellas quisieran llevarme me gustaría ir y  no pasaría nada, seguiría contigo y cada noche dejaría un cuento muy bonito posado en tus sueños para estar juntos. ¿Qué te parecería Guille?
Mi hijo con el gesto huraño me mira muy serio:
-Que las hadas ya no serían mis amigas si te llevan, yo te necesito más. Cuéntame otro cuento mamá, ese es muy feo.
Lucho contra las emociones que amenazan con ahogar mi voz, trato de olvidar el grave diagnóstico del oncólogo sobre mi vida y, cojo un cuento de piratas de la estantería de los cuentos:
“Existió hace muchos años en unos mares lejanos un temible pirata…”
El rostro de mi hijo se viste de emoción, una noche más.

UTOPÍA


En el lejano país de los ideales vivían muy preocupados todos sus habitantes. Su papel era fundamental para la vida de un minúsculo planeta llamado Tierra. Elaboraban teorías y más teorías para que la convivencia entre los humanos siguiese progresando. El sueño de la felicidad sobrevolaba sus mentes.
Todo el día discutían sobre su importancia:
-No aprenden, avanzan y retroceden sin tenernos en cuenta, como seres inexpertos.
-La base es el respeto. Sin educación no habrá respeto -decía uno. Y sin libertad no se concibe la educación -añadía otro.
-Pero, no pueden perder la esperanza, es fundamental, la clave de todos los avances.
-Y ¿qué les pasa ahora? ¿Por qué salen a la calle? ¿Qué claman?
-Justicia, gritan contra la corrupción. Democracia, se rebelan contra el sistema. Trabajo y dignidad.
-¡Todavía nos tienen presentes! Lo van a conseguir. Aunque el camino sea largo ¡“Otro mundo mejor es posible”! –concluyeron todos con cara de felicidad.

sábado, 27 de agosto de 2011

Vacaciones en el Occidente de Asturias. Fina Fernández

En la comarca del Occidente de Asturias, en municipios como Coaña, Navia, Luarca, Tapia de Casariego, entre otros, los ruidos rutinarios se desvanecen, dando alegría a sus habitantes después de disparar el gran chupinazo entre pasacalles con charangas, procesiones, regata de botes y competiciones a nado, como el descenso del Navia, en las aguas de una ría que la contaminación le ha negado el derecho de engendrar y dar vida como en sus mejores tiempos; teatro al aire libre, festivales culinarios y las grandes verbenas  de nuestros municipios. Dan sus últimos coletazos a los festejos de sus patrones, volviendo a la rutina después de un derroche de alegría.

En este verano loco, entre grises brumas y agua primaveral, los días esperan el calor del sol para que le devuelva su vitalidad viéndose recompensados algunas veces.

 En mis recorridos por mi municipio veo pasar a los peregrinos en su recorrido hacia Santiago, apenas llevan equipaje, a pesar de que el viaje suele ser largo, recorren con vista de águila todos los recodos de los lugares por donde pasan absorbiéndolo como esponjas, para en un futuro poder contar a sus gentes las maravillas vividas. 

Aprovechando un día soleado me dirijo a un lugar de mi localidad, donde algunos la llaman el “puente arpa”,  construida en cemento y hierro. Desde aquí quiero dejar mi mente en blanco, intentando escuchar las enormes cuerdas de esta robusta arpa, imagino baladas nacidas  al entrelazar las notas con gran armonía, mientras me asombro al recorrer con la vista todo cuanto me rodea. Al fondo azuladas aguas, con sus casas, sus jardines, sus fabricas y diminutas figuras que son sus habitantes, a mi espalda los verdes prados con sus casitas, sus bosques y los bellos montes, y me hincha el orgullo de vivir en una zona tan hermosa.

Los días de fiestas, playas, caminatas reconfortantes, lecturas que nos transportan a distintos lugares y el placido descanso se van acabando. Cuando no se tiene prisa el tiempo se vuelve perezoso, tranquilo, espectador de un dinamismo que le otorgue de nuevo su protagonismo.

El reloj va marcando las horas a paso firme y el último día de estas vacaciones tocan a su fin. Fuera cualquier ruido que denotaba vida, se vuelve silencio, para que la noche como un sedante nos acaricie nuestro sueño. El tiempo ha cobrado su protagonismo con el sonido del despertador, la rutina llega a nuestras vidas en espera de un deseado próximo descanso.

miércoles, 24 de agosto de 2011

COCIDITO WESTERN

Hace calor, se derrite mi cerebro como si fuese requesón, el sudor espeso recorre mi nuca y afila los pelillos que la cubren, están mojados como plumas de pollito desorientado. 41 grados es el límite que soporta mi cordura, si sube un grado el termómetro, no se qué puede pasar. Hoy se mantiene en los 40, pero la alarma naranja es una amenaza a las claras en todos los telediarios. Cuando hace mucho calor, creo que soy un pistolero de spaghetti western, masco tabaco, uso poncho y calzo botas con espuelas, inclino mi sombrero de piel de becerro de ala ancha, la mitad de mi cara se cubre de sombra, escupo en el suelo un líquido marrón y recorro las calles polvorientas buscando valientes.
Mi termómetro digital marca 42 grados, nunca falla, miro a través de la ventana y aparece la neblina del calor, mi cabeza se embota, mis pensamientos corren a esconderse, salgo. La calle se ve desierta, rosas de Jericó la recorren, el polvo sube al cielo en pequeños remolinos. A lo lejos aparece un valiente, quiere retarme, lo intenta, sus manos están a ambos lados de sus caderas, su posición en alerta no deja lugar a dudas. Hace un movimiento imperceptible que yo veo, soy más rápido, disparo con mi Colt del 45 y se desploma al instante, me acerco, 10 metros, me acerco más, 5 metros, veo como todavía tiembla su pie izquierdo, me pongo a su lado, aún respira pero poco, dice algo, creo entenderlo "¿porqué?".
En la calle no hay ni un alma, un perro ladra con miedo, sólo se escuchan las pisadas de mis botas. Sopla una brisa refrescante, estoy aturdido, a mis pies hay un hombre muerto de un disparo en la cabeza. Cuando Madrid hierve en agosto, se convierte en una ciudad inhumana y peligrosa. Será mejor que vuelva a casa.

sábado, 20 de agosto de 2011

LA PUERTA DE ENFRENTE.


Último día de vacaciones. No podré olvidarlas, qué paisajes tan peculiares, cómo hemos comido, qué amistad hemos hecho con la pareja de la habitación de enfrente. Sería casualidad, pero todas las mañanas salíamos a desayunar a la misma hora, me niego a pensar que nos estuvieran esperando tras la puerta. Algo peculiares sí aparentan, la verdad. Uno con sus pantalones super ceñiditos, marcando sus posesiones, no sabemos si con el fin de "mostrar" o de "demostrar". El otro, más arregladito, con sus ojos perfectamente perfilados a primera hora del día. Simpáticos como ellos solos, no les importa el qué dirán, todo lo contrario, diría que van así a posta. Cuánto he aprendido en apenas una semana, yo que siempre he vivido acomplejada por mi nariz aguileña, mis orejas de elefante y mi tartamudeo mortificante, he conseguido hasta reirme de ello. No había vez que no me sacaran un chiste de cada uno de mis defectos, hasta los he memorizado para contarlos yo misma. Las despedidas me sobrecogen. No se cómo saldremos mañana para no coincidir con nuestros vecinos a la puerta. Tal vez esta noche anudemos las sábanas para bajar por la ventana. Antes tendré que otear hacia la derecha, no sea que a ellos se les vaya a ocurrir la misma idea.

Fergal Ferrero Nogal

viernes, 19 de agosto de 2011

Un verano inolvidable

¡Para humor estoy yo que llevo todo el verano en un apartamento precioso frente al mar y no me atrevo a salir de él! Lo he intentado muchas veces, pero nada, que no puedo. Por las mañanas salgo a la terraza y contemplo un hermoso mar en calma y un cielo azul de ensueño. Ambos me llaman. ¡Leocadia, ven!, ven a bañarte en estas límpidas aguas que fortalecerán tus huesos. Ven a recibir una dosis justa de rayos solares que te aportaran vitamina D que tan beneficiosa es para tu salud. Y yo deseando, pero que no, que no me visto, no me pongo el bañador y no salgo. Eso sí, me desayuno un tazón de los grandes lleno de cereales integrales con leche y media torta de pasas y nueces que me sube la vecina cuando va a comprar el pan. La recibo en la puerta, le doy las gracias y no la dejo entrar en casa para que no vea mi absoluto desorden. A mediodía y por la noche como unos menús exquisitos que pido por teléfono al restaurante del barrio.
Las tardes son igualmente insoportables. Contemplo el paseo lleno de gente alegre andando de aquí para allá. En un balcón cercano entonan el "cumpleaños feliz", en otro mueven sin cesar el cubilete de dados del parchís y mi vecinita de abajo toca el saxofon, ya con cierta maestría, no con la pesadez con la que empezó hace 14 años. Yo quiero bajar a la calle, quiero pasear, tomar el aire y despejar esta cabecita mía que está cada día más sonada, pero nada que no puedo. En el armario guardo todo el vestuario de la temporada que me compré por catálogo, muerto de risa está el pobre, ni me atrevo a abrir la puerta para que no me diga alguna barbaridad. Qué ganas tengo de que llegue el invierno para estar tan a gusto metida en casa al amor  de la chimenea.

jueves, 18 de agosto de 2011

VIVA EL DIVORCIO

-Dicen que los del quinto se han separado.
-¿Qué dices?, no puede ser, son un matrimonio modelo, siempre juntos, tan educados y tan guapos los dos, además si no debe hacer ni cuatro años que se casaron…
-Pues sí hija sí, eso dicen...
Tan enfrascadas están en la conversación que no han contestado ni a mi saludo, creo que ni lo han oído, he estado a punto de decirles que sí, que es verdad, que su pareja perfecta no se aguanta más y se separan, pero he preferido subir de dos en dos las escaleras y eso que son cuatro pisos antes de caer en la tentación, ni siquiera me he molestado en esperar al ascensor para no empezar a largar yo también, ¡uy si yo empiezo!, prefiero dejar a mis vecinas elucubrando motivos que yo conozco de sobra. Como para no conocerlos.
Secretamente me alegro, qué cuatro años hemos tenido de matrimonio, porque yo, involuntariamente también he formado parte de él, así que, mira sí, me alegro ¿para que ocultarlo? Por fin voy a poder dormir sin sobresaltos, fin de las carreras por el pasillo, fin de las broncas por no acordarse de una fecha importante, y para ésa mujer todas lo eran: el día que se vieron por primera vez, el día que la pidió salir, su primer beso, el día que decidieron casarse, todas ellas unidas a cumpleaños, santos, sanvalentines  y demás, hacían unas cuantas, el segundo año estuve tentado a informar yo al olvidadizo marido para evitar el aluvión de reproches y gimoteos .
Y él…, que manía con adueñarse del mando de la tele, que no la dejaba ver ni una sola película, que solo se veía que teledeporte, además se negaba a instalar un televisor más en la casa; gran error, quizá eso les hubiera salvado; pero no, que de ninguna manera, que en la cocina no porque allí era donde comían y esos momentos eran para conversar (como si supieran lo que es eso), y en el dormitorio tampoco, que perjudicaría sus relaciones íntimas, ahí tenía razón, pues al principio se relacionaban muchísimo íntimamente y, de una manera tan ruidosa que ni con tapones me libraba de sus escándalosos  gemidos.
Y así cuatro años, cuatro largos y sonoros años de broncas y reconciliaciones… Estas últimas las celebraban escuchando flamenco, les gustaba a los dos y creo que compartían su empeño en promocionarlo a juzgar por el volumen al que lo escuchaban. Así pues, voy a abrir mi mejor botella de vino y me voy a por un buen marisco, estoy de suerte, recupero la libertad de mi maravillosa soltería.
¡Viva el divorcio!

lunes, 15 de agosto de 2011

MIRADAS

Me sentía pequeña e indefensa ante su mirada, era una mirada de esas que te traspasan y te inmovilizan por dentro y por fuera, que te aturden y te llenan de rubor.
Miré a mi alrededor, veinticuatro pares de ojos más me miraban también, unos expectantes, otros cómplices, algunos con un brillo malsano…, todos acompañando su fulgor con un silencio denso.
-Vamos Martínez, ¿a qué espera para abrir su mano?
D. Faustino, inmisericorde, exigía implacable, conocer qué escondía mi mano izquierda.
La situación no podía ser más embarazosa; rendida a las circunstancias abrí mi mano, veinticuatro carcajadas fundidas en una rompieron el opresor silencio, dónde todos esperaban encontrar una chuleta (estábamos en mitad de un examen final), apareció una pequeña pata de conejo, hasta ese instante fiel amuleto de la buena suerte.

jueves, 4 de agosto de 2011

TRAS EL MAR. Por Pilar Sánchez Galiano.

En aquella isla desbordante dejaba todos mis recuerdos.
Conforme el barco se alejaba, la brisa cargada de sal me lanzaba a la mente todas aquellas tardes en lo alto de las rocas, contemplando el mar.
¿Que sería de él, de mi amor?
El ruido del ferry llenaba mis oídos por momentos, gritándome que no me fuera, que no abandonara, que tarde o temprano, con constancia, conseguiría aquello que anhelaba.
Pero yo ya no quería escuchar. Desde muy niña, cuando no podía soportar algo -un comentario sobre mí oído furtivamente, a mis espaldas, un castigo pendiente por una trastada hecha, una mala mirada de alguien querido por mí-, cuando algo me hacía daño, daño en el alma, huía de ello, me refugiaba en mí misma, en mi imaginación,
cubría mis oídos con las manos y repetía, a veces mil veces, una palabra distractora, para olvidar aquello que me perturbaba.
Desde niña, aprendí a huir de mis sentimientos.
No había vuelta atrás. El barco se iba, la playa desaparecía ante mi vista cargada de lágrimas. La belleza me dejaba sin habla, una vez más.
_Si algún día me establezco en alguna parte, si algún día me convierto en una persona normal, con una casa y un trabajo estable_, me dije a mí misma, _juro que será aquí, aquí, en esta isla_.
La isla se me había clavado en el alma como el amor se me había clavado en el cuerpo, como un aguijón. Con un veneno lento me consumía la tristeza.
¿Por qué algunas personas sienten con tanta intensidad?; ¿por qué no podemos ser todos iguales?; ¿por qué no podemos amar sin más, con alegría, y olvidar sin más, con facilidad para empezar de nuevo?
Mi alma era como ese mar que dejaba atrás, todo lo empapaba tan profundamente que era incapaz de deshacerse de aquello que una vez hubiese formado parte de ella.
_Nunca más volveré a verte, lo juro_, le grité al viento.
Mas fue un grito silencioso, tan sólo para mis oídos.
Las aguas oscurecidas se movían turbulentas, por el paso del barco; el aire se iba haciendo más frío, en el horizonte la luna dejaba ya sus rayos sobre el reflejo del mar. Algunos pasajeros charlaban mientras contemplaban la puesta de sol al retirarse el ferry. Un intenso olor a café me llevó hasta dentro, el cielo estaba oscuro y estrellado.

EL REGALO

Después de dos semanas mi brazo ya no sentía el peso de las bandejas: refrescos, aperitivos, ceniceros… así una y otra vez, volaba entre las mesas, de la terraza a la barra a toda velocidad, la algarabía de la playa llegaba a mis oídos mezclada con las peticiones de los clientes: “¿me cobras por favor?”, “una caña y una piña colada”… Eran tres meses de locura pero necesitaba el dinero y todo era poco para pagar piso, matriculas, libros…
Cuando apareciste invadiendo mi locura laboral no podía creerlo: tu insistencia para quedar, tus ojos fijos en mi, todos los días eras el primer cliente de la terraza; éramos tan diferentes que te veía lejano, inaccesible, un ser de otra galaxia, con tus polos de marca, tu pelo rubio, brillante y liso, tenías la etiqueta de niño pijo incrustada en tus movimientos, tu aroma, tu porte, tu manera de sentarte, hasta en el tono de tu voz.
Al final dije que sí y quedamos,  me confesaste tu fascinación por mi, sí, nunca me habían dicho nada así: fascinación; me habían dicho que tenía buen culo,  que mis ojos eran muy expresivos, cosas así…, pero nunca había fascinado a nadie, todo lo que yo hacía despertaba tu interés, como el día que me quedé embelesada con los veleros, “¿te gustan?”, -preguntaste-, “me encantan, me gustaría tener uno y recorrer toda la costa escuchando a Dire Straits”, tuve la esperanza de que censuraras mis gustos musicales pero que va, sonreíste complacido.
Estoy frente a la playa, hoy 10 de agosto día de mi cumpleaños, debo parecer una boba con la boca abierta frente a un flamante velero con un enorme lazo rojo alrededor, tú, a mi lado, rodeas mi cintura: ¡felicidades! repites con tu voz bien timbrada.
No puedo hablar, de haberlo sabido te hubiera dicho que me encantan los deportivos, al menos los sé conducir.

Del Marara al Sondemar.

Todos tenemos un sueño y por ser así debemos respetarlo dejarlo intacto como su nombre indica sueño…

Era la primera vez que lo hacía estaba tan nerviosa que al coger mi mano José creo que pudo notar el latir de mi corazón en las yemas de mis dedos. Las estrellas nos acompañaban aquella noche del nueve del nueve del 2009, la bautizaríamos años más tarde como una noche mágica. El mar estaba perfecto para el acontecimiento como si supiese de sobra que aquello era un sueño que se transformaba en una bendita realidad. Me refugié en su socaire para no molestar y ser el lastre de aquella aventura que jamás olvidaré. Hacía un fresco impropio de aquella estación estival pero José me decía que en el mar todo es distinto, el mar te puede sorprender con su frío, con su calma, con su tempestad, con su olor y en lo más hondo de sus entrañas con su oscuridad. Pero yo dejé abrazarme por el vaivén de aquel velero, quise que me abrazara  me susurrara, que me embriagara con su olor a fuego y a mar, con su piel húmeda y salada, dejé que me regalara una estrella y que sellara mi alma con granos de sal.  Siempre hay que escorar en el punto exacto, dijo José mientras me agarraba de la cintura para situarme a estribor y a la vez con mucha maestría ataba los cabos con un simple seno. Mira ahora voy a izar la Mesana, y aquella luz que ves a lo lejos es la primera baliza cuando estemos cerca me pondré al sotaventos, yo no entendía nada de lo que José decía solo quería seguir aquel juego de palabras extrañas y caricias escondidas. Jamás volví a poner mis pies sobre el “Marara” pero tengo un sueño desde aquella noche del nueve del nueve del 2009 dar la vuelta al mundo en el “ Sondemar”.



miércoles, 3 de agosto de 2011

LA VELA


Nos ha pillado la lluvia en alta mar. Nos tapamos con las toallas. ¡Te he sentido tan cerca! Hace años que no estábamos tan abrazados. Nos hemos distanciado sin saberlo. Tú ocupado en tu trabajo, en la asociación de vinateros, en la pesca. Yo tampoco te he hecho demasiado caso. Atareada con nuestros hijos, nuestros padres, la señora Engracia, que desde que enviudó, es una más en la familia. Así, por unos o por los otros, nosotros simplemente siguiendo la rutina, la obligación, la necesidad. Eso sí, siempre hemos tenido nuestros cuatro días de velero. En los primeros años era romántico, dejábamos que la vela nos llevara. Sin embargo ahora, es más bien rutina, por no perder la costumbre. De todos modos, agradezco a la lluvia que nos ha regalado este momento.

SPLASH


Lara Hernandez Abellan



-Mañana otra vez castigadas. Pero me da lo mismo porque la puesta de sol desde esta cala es espectacular y además en esta época del año el ambiente es de primera.

Fíjate que barcos y qué me cuentas de la música, con toda esa gente bailando mientras se va escondiendo el sol. Lo que daría yo por ser una de esas chicas que saltan sobre la arena…

¡Soñar es gratis hermanita! Intenta desconectar un rato y no pensar más en papá, que te lo veo en la cara aunque disimules. ¡Qué sí, que mañana estaremos castigadas, pero que esto de hoy ya no nos lo quita nadie! Relájate y disfruta el momento. Mira los colores, escucha la música y siéntete viva. Hazlo aunque sólo sea por mí.

-Pero si yo estoy relajada, bueno todo lo que estas rocas me dejan estarlo. Lo que pasa es que no soy como tú ya lo sabes. A mi venir a estos sitios no me parece bien, me pongo nerviosa. Primero porque alguien podría vernos o lo que es aún peor y que prefiero no nombrarlo. Tú en eso no piensas, para pensar ya estoy yo, no vas a cambiar en la vida. Tú con relajarte y soñar ya tienes suficiente.


Sé que no lo has olvidado, aunque ya nunca me hables de ello. Te lo veo en los ojos y cuando llegan estas fechas aún más. Y dime la verdad, ¿estarías dispuesta a pasar de nuevo por ese sufrimiento?
 

-Lo estaría. Por volver a verlo sería capaz de aceptar cualquier castigo de papá. Y por un beso suyo renunciaría hasta a ti. Ya ves, hasta a ti que eres lo que más quiero en este otro mundo injusto en el que me ha tocado vivir. Pero no te preocupes, él no está aquí. Hace años que no viene por este sitio. El tiempo debe haber pasado para él de otro modo y su vida estará muy lejos ya de aquella noche que vivimos juntos. Lo más seguro es que ni me recuerde o si lo hace tan sólo sienta rencor. Le prometí que volvería a la mañana siguiente. Prometí algo que sabía que no podía cumplir y desde entonces cumplo el castigo de una mentira y estoy atada a este amor imposible.

-Perdóname. No quería hacerte recordar. No llores. Si tú lloras a mí se me parte el alma y entonces no voy a poder
disfrutar ni de la puesta de sol, ni de la música, ni de nada de nada. Castigada y sin haber disfrutado una pizca de esta escapada. ¿Qué te parece el plan de mañana? Anda no pienses más y sonríe de nuevo. ¡Por favor!

-Ya lo hago. Estoy sonriendo pero el sol casi se ha escondido y no puedes verlo y además tienes toda la razón,
esta roca nos está dejando las colas destrozadas. Será mejor que nos zambullamos y empecemos a nadar si queremos llegar a casa para la hora de la cena.

UN PASEO POR MAR. Por Saluditero.

Un paseo por mar, un paseo por mar. En qué hora se me ocurriría a mí decir que sí... Y lo de beber hasta emborracharse para compensar el vaivén de las olas... ¡Cómo se han reído de mí estas cabronas! ¡Inocente que es una! Si yo soy de montaña, que hago en una lata de sardinas potando hasta la primera papilla. Y, claro, como estamos en Valencia, a comer paella, ¡Sí, sí, paella, paella, que Domi sabe cocinar muy bien! ¡Pero dónde se ha visto que una paella lleve salchichas de Frankfurt y aceitunas rellenas de pimiento morrón! Es que me está llegando el olor y eso no está ayudando nada a mi estómago. Yo, ahora necesito sólo tres cosas: biodramina –toneladas- jengibre con canela y menta, y silenciooooo. La que tienen que estar montando con los del barco de al lado, debe ser de escándalo porque al camarote ha llegado volando la parte de arriba del bikini de Lidón... (que buen gusto que tiene la cabrona, ahora, que si yo tuviera su dinero también tendría ese buen gusto)  Y esa música, ¿es que no les da vergüenza escuchar esa horterada de música? ¡Si toda su vida han sido de “Joy Division”, “Sisters of Mercy” y “Bauhaus”; de “Depeche Mode” a lo sumo, qué narices hacen escuchando a “Kamela” y a “Melendi”. Por dios, ¿es que es necesario taconear? Por cierto, ¿cómo se puede ir POR un barco con tacones? No, no, mejor todavía: ¿cómo se puede ir A un barco con tacones? Esto va para largo, como si no las conociera... mientras haya bebida y ganas de cachondeo. De lo segundo son como un pozo sin fondo, y de lo primero, también. Ahora, que esto lo corto yo enseguida como que me llamo Precaución Republicano. Subo a cubierta, les vomito encima a un par de ellos y se acabó el rollo, y que me llamen si quieren Cortarrollos Republicano. Pero... ¿a dónde voy yo? Si no puedo ni ir al baño a vomitar, que me han tenido que dejar el cubo de los aperos de pescar... Uffff, si es que esto tampoco ayuda nada, con este olor a almeja muerta. Ay señor, que malita que estoooooooooy, y que poco me quejo...

martes, 2 de agosto de 2011

El año que no viví


Una mañana, mi madre entró en mi habitación. Se sentó al borde de la cama y me miró con cariño. No pude decir nada. Las lagrimas resbalaban por mis mejillas.-”No te preocupes de nada. Hoy vienes  conmigo a casa. El tiempo que necesites”.
Creyendo que me había rendido, no hizo preguntas complicadas, me cuidó con esmero y puso toda la energía que yo había perdido.

Su casa estaba en un acantilado, sobre la dársena. Desde el mirador de mi ventana, veía barcos que entraban y salían. Pero, había un único momento en el día, en el que despertaba del  letargo en el que, sin darme cuenta, me encontraba sumida.
A las cinco de la tarde, puntualmente, cientos de gaviotas graznaban una letanía de sonidos sardónicos, acompañando las barcas pesqueras que llegaban a puerto después de faenar. Abría las ventanas de par en par y como un desfile previo a la verbena, sentía  algo parecido a una  alegría.

Tardé un año en reparar  daños. Mi alma, harta de tristeza y vacío, se había desconectado de mí, y el único hilo que dejó amarrado, parecía despertar únicamente a la voz de las gaviotas.

Ya todo quedó atrás pero cuando vuelvo a mi casa  y veo en mi interior, de nuevo,la escena, no puedo sentir otra cosa que  gratitud y  sonrío.

TERUEL ESTÁ MUY LEJOS DEL MAR

           Mi abuelo Antonio está sentado en el suelo, dentro de una trinchera a las afueras de Teruel. Fuma un cigarrillo que comparte con un chico al que apenas conoce y que morirá mañana, cuando su brigada entre en acción y sean repelidos por el fuego abierto de un nido de ametralladoras al otro lado de la plaza de la ciudad. Eso no lo sabe ni mi abuelo ni el chico en cuestión, porque si lo supieran no serían capaces de fumar y hablar como lo hacen. Mi abuelo le habla de Torrevieja y, sobre todo, del mar. Ahora mismo le está contando cómo es un atardecer en la playa del Acequión. Intenta poner palabras a los colores que la luz del Mediterráneo  pinta en el cielo: azules imposibles, ocres, naranjas e incluso morados. Morados, repite con orgullo mi abuelo. Ambos ríen la broma. Las barcas son mecidas por el viento de levante, continúa mi abuelo Antonio, y el olor a sal es tan fuerte que casi puedes masticar el aire. El chico que escucha a mi abuelo tiene los ojos como platos: nunca ha visto el mar, y nunca lo verá.

            Dicen que mi abuelo Antonio perdió la guerra. Regresó con un trozo de metralla en la pierna y una tuberculosis que acabó con su vida algunos años después. Antes de morir le dijo a mi madre: Nati, si alguna vez tienes un hijo no le pongas de nombre Antonio, que en mi casa todos los que se han llamado así han tenido siempre muy mala suerte. Ponle, por ejemplo, Marco Antonio.

¡QUÉ MALA PATA!



Por fin llegamos a la isla después de doce horas de travesía. Se portaba bien el viejo velero, aunque el mar en calma y el viento suave, pero suficiente, habían colaborado a la bonanza del viaje. Solo hubo un detalle que enturbió la felicidad completa. Aquella invitada, Carla, la nueva novia de nuestro buen amigo Anselmo, que venían con nosotros. Se empeño en llamar la atención todo el tiempo, paseándose por cubierta con sus tetas morenas recién operadas y su culito en pompa, este sí cubierto por un pequeñísimo tanga. Yo la miraba furiosa mientras fingía estar concentrada en la lectura del último libro de Vargas llosa que me aburría mortalmente.
Fue un descuido fatal, mientras nuestros hombres trasteaban en la cocina preparándonos un tentempié, la pobre se cayó al agua con tan mala fortuna que se quedó enganchada en la hélice del barco. No pudimos hacer nada. Creo que nuestro amigo va a trasladar su hermoso cuerpo inerte en avión para entregársela a su familia. Pobrecilla, también ha sido mala pata...

Mis vacaciones

Crónicas del verano mallorquín

Las que tenemos la dicha de vivir en la isla de “la Calma” y decidimos reposar durante el verano, descansar, leer, y vivir ajenos a la invasión turística, en la medida de nuestras posibilidades, nos damos cuenta de que a pesar de nuestros denodados esfuerzos, tal idea es inverosímil.

Se inicia el largo goteo de familiares y amistades bajo la consigna común de “ya que vais a estar ahí… aprovechamos para visitaros”.

Y comienza nuestra larga agonía y las visitas se van instalando en nuestra casa. Eso sí, sucesivamente y no todos de golpe. Es entonces cuando pensamos que somos demasiado buenas, por no decir tontas. Claro que nos regocijamos de verlas pero…

La cuñada y sus dos hijos adolescentes que, como están de vacaciones suponen que tú no, porque estás en tu casa y cada día se levantan preguntando antes siquiera de tomar el desayuno: -¿qué planes hay para hoy? Y tú, como buena boba que eres, ¡hala! a organizar excursiones, comidas, paseos y salidas a calas atestadas de turistas… Y te conviertes cada día en la esclava que satisface hasta el mínimo de sus deseos y además, a su ritmo. Así, hasta que te das cuenta de que se te están acabando las ganas y deseos vacacionales. Y ya empiezas a añorar la vuelta al trabajo, tan relajado.

Pero cuando aún no te has repuesto del anterior estrés, llega la eterna amistad apática y sin iniciativas, a la que le va bien cualquier cosa que hagas, hasta el hecho de no hacer nada y que liquida tu paciencia y se convierte en tu sombra, instalada también ¿cómo no? en tu casa.

Todas estas agradables visitas implican, además, el hecho de introducirse en ese microcosmos imparable llamado aeropuerto, donde la realidad es inaudita e incomprensible. Gran circo repleto de tribus urbanas, grupos y hordas de turistas procedentes de todos los rincones del planeta, constantemente en movimiento. Unos se van rojos como tomates, otros llegan cargados con las más estrafalarias indumentarias: hombres vestidos con tutú como las bailarinas, otros con el gorro, las gafas y en slip de natación se pasean impunemente por el escaparate. Y tú, ahí parada, diciéndote, pero ¿esto qué es? ¿Qué pecado he de expiar? Yo sólo quería descansar y tumbarme a la bartola con mi libro y te sientes un ser de otro planeta. Realmente no entiendes nada. Es entonces cuando decides no pasar ni un verano más en tu querida isla, coger el portante y largarte, al Norte. Lejos, muy lejos.

lunes, 1 de agosto de 2011

GANANDO BATALLAS

            Logramos ganar la batalla a nuestra timidez e indecisión leyendo viejos poemas de Safo y nuevos poemas de Bukowski. La marihuana también ayudó, no lo voy a negar ahora, al igual que un viejo disco de Tom Waits cuya tercera canción, On the nickel, hacía saltar la aguja del ya obsoleto tocadiscos. La desnudez no era problema: nos imaginábamos desnudos antes de querernos. Tumbada en la cama eras un reino a conquistar, un mundo inexplorado esperando ser hollado por mis manos, mi lengua y mi alma. Recuerdo que me dejaste hacer todo lo que quise, para después reproducir exactamente en mi cuerpo todos los movimientos que yo hice en el tuyo. Éramos dos cuadernillos de caligrafía: sólo se trataba de unir con delicadeza los puntos previamente marcados. Nuestra ansiedad delataba nuestra juventud. Sé  que era verano por aquella gota de sudor que descendía, lenta e inexorable, abriéndose camino a través del tiempo y tu vientre. Imposible olvidar  los sonidos que hacían nuestros cuerpos al rozarse. No sabía, hasta ese momento, que el sexo fuera sonoro . Tampoco sabía que el sexo tuviera sabor. Tu cuerpo era salado y dulce.

            Tom Waits dejó de cantar y la aguja del tocadiscos volvió a la posición de salida. Ambos ejércitos se dieron una tregua. Se firmó un pacto de no agresión con el claro propósito de romperlo en cuanto el cigarrillo que los generales habían encendido se consumiera. Ninguno de los dos era consciente de que hay guerras en las que merece la pena luchar durante toda la vida.

UNA RAZÓN OCULTA...



Despertó Heraclito de un profundísimo sueño junto a la hermosa Criseida. La vio alzarse del lecho desnuda, hacer sus abluciones en una jofaina llena de agua perfumada de romero y tomillo y envolverse en una túnica del color de la púrpura. Él permaneció recostado observándola. Encendió ella, luego, el fuego en el hogar y dispuso algunos pescados en una marmita en la que pronto empezó a bullir el aroma de una exquisita sopa. Míraba el oscuro embobado las filigranas del fuego.
- ¿No será el fuego, querida Criseida, la norma que rige el cosmos en todas las cosas en su incesante cambio?
Criseida lo miró perpleja sin entender nada y sin osar responder. ¿Por qué amaba ella a este hombre extraño y apartado de todos?


-Este cosmos, sin duda, estimada Crise, no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida. Medida, medida..., hay una medida, ha de haber una razón oculta bajo el aparente caos que nos envuelve...

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En mi mundo. Por Dani Ramos

En mi mundo, salgo al porche al anochecer, y veo las luciérnagas revolotear delante de mí. Bajo los tres escalones de madera vieja cuya ...pintura blanca está desconchada. Y paseo por la oscuridad de la pradera que hay enfrente de la casa.
Las estrellas me susurran historias de universos que jamás podría soñar. De mundos infinitos llenos de color. Cielos colmados de lunas. Nebulosas multicolores que me hacen recordar cuentos de grandes navegantes. Secretos asombrosos que solo conoce el creador de todas las cosas.
Puedo pedirle a las estrellas que me acompañen mientras camino en las frescas noches de verano. Y ellas me hablan de aquellos a quienes guiaron hace miles de años. Naves que partieron de Fenicia y otros tantos lugares y llegaron a Tarsis. De granjeros del norte que se echaban a la mar en busca de fortuna y jinetes de las estepas, que viajaban libres.
En mi mundo puedo apreciar las cosas que verdaderamente valen la pena, y las recreo a voluntad. Y cada tarde me acerco al acantilado y me siento sobre el césped para ver como cientos de rayos bajan desde las negras nubes del horizonte al mar. Y siento la brisa en mi cara y huelo y escucho el romper de miles de olas.
Y me pongo a caminar cerca de un rio, y el aire me trae el olor de las hojas caídas en otoño.
Las aves del bosque entonan melodías que el hombre jamás será capaz de componer. Los árboles me narran la historia de la humanidad y me cuentan de su decepción al ver en qué nos hemos convertido. Pero yo les animo, y les explico que es mi mundo y no el de los humanos. Les digo que están en mi mente y no en la Tierra. Y ellos se quedan más tranquilos.
En mi mundo no hay personas. Hay recuerdos.
La enfermedad es solo un rumor, la tristeza, es un término desconocido y la muerte llegará a él cuando esta me llegue a mí.
En mi mundo, si quiero puedo volar con o sin alas. Puedo subir o bajar y siempre llego a donde me propongo. Acabo todas las cosas que empiezo.
Y cuando cae la noche de nuevo, en mi mundo las estrellas salen a buscarme. Y me piden que juegue con ellas. Y yo me tumbo en el campo y las cojo y las desplazo por el firmamento. Y las coloco en lugares distintos. Y cuando las miles de galaxias están desbarajustadas, les pido que regresen a sus lugares a la de tres. Y ellas lo hacen. Y nos echamos unas risas. Y les pido que me digan su nombre. Y una a una, me lo dicen, y descubro que ninguno de esos nombres se repite.
En mi mundo las aguas de los ríos fluyen hacia arriba. Y puedo ver como de los picos de las montañas salen disparadas millones de gotas formando nubes, que viajarán por el día hasta llegar al mar, donde se descargarán formando una gran obra de teatro que durará un atardecer de primavera.
En mi mundo, la obra del hombre no existe, y la naturaleza campa libre por donde quiere. Y es ordenada y nada salvaje. Y crece y respira. Y se ilumina con los primeros rayos de sol y brilla con el rocío del alba. Y me deleita con olores que no existen.
En mi mundo, he creado un arce real gigante, para que me entregue una de sus hojas, y pueda hacerla volar sobre el mundo entero con migo encima. Y he visto mis desiertos, y mis cumbres. Mis valles y mis océanos. He visto mi soledad y mi alegría. Mis triunfos y mis derrotas. Y cuando me he sentido satisfecho, le he enseñado a la hoja a volar fuera del mundo. Y he atravesado galaxias y tormentas estelares. Nebulosas planetarias. He tocado con mis dedos la energía de un Quásar. Me he mecido entre estrellas binarias y he dormido a la luz de unas Cefeidas.
He pisado los planetas más bellos del universo. He nadado en océanos de color purpura. He visitado junglas de hielo, y he sentido en mi piel el cero absoluto.
Y cuando me he cansado del frio espacio, he regresado a mi vieja casa con solo pensarlo, ya que en mi mundo, el viaje es un mero trámite, que se puede realizar o no.
Las rocas se ablandan a mi paso y pueden resultar tan cómodas como el mejor de los colchones.
Las leyes de la física existen igual que en tu mundo, pero yo las puedo alterar. Y puedo hacer que aparezcas y respires. Y sientas la paz que yo siento. Y vivas mis experiencias. Y navegues por donde yo navego. Y puedo hacer que una puesta de soles en la constelación del Dragón te alcance el alma y te haga llorar de alegría. Y puedo hacer que paseemos por el bosque y los pájaros entonen una bella melodía que te sonará como decenas de violines y flautas tocando al unísono. Y puedo hacer que los olores que impregnan el lugar te acaricien los sentidos. Y puedo hacer tantas cosas, que desearías tener tu mundo para hacer lo mismo que hago yo. Y cuando te deje de vuelta en la realidad, olvidarás que has estado conmigo, y será un día de esos en los que te levantes, y te des cuenta que no has soñado nada.
Y yo seguiré en mi mundo esperando que llegue el momento.