domingo, 26 de junio de 2011

AEIOU. Por Saluditero

Y un día te levantas y, al mirarte en el espejo, descubres que la persona con la que te levantabas ha desaparecido, no sabes cuándo, pero tú ya no eres ese que muestra el espejo. En la cocina, tras desayunarte medio bote de mermelada de fresa distribuida en treinta y seis galletas, descubres que te has convertido en un tragaldabas. Aunque estás recién duchado y afeitado descubres en el autobús que eres un repelente para tus semejantes tan eficaz que nadie quiere sentarse a menos de un metro de ti. Tras una aburrida mañana de trabajo descubres que para tus compañeros eres sólo un tiquismiquis al que tienen que saludar porque eres el más antiguo de la oficina y te temen y te hacen burla a tus espaldas, peludas, por cierto. De regreso a tu casa descubres que tu pareja está jugando al tocomocho contigo porque te vende un boleto que no puedes cobrar porque ya lo está haciendo otro por ti. Así que, al final del día, cuando estás en la cama descubres que Tusculuum, el paraíso mental que habías construido ya no tiene sentido porque pertenece a alguien que fuiste en algún tiempo pasado, pero que a saber dónde se fue.

viernes, 24 de junio de 2011

ANTES QUE AMANEZCA


     La noche de San Juan un ejército de cuerpos semidesnudos invade la playa, esa misma playa que permanece las trescientas sesenta y cuatro noches restantes vacía para mí. Es la única noche del año en la que tengo que renunciar a mi placentero paseo nocturno porque las masas de gente descontroladas invasoras beben, gritan, saltan por encima del fuego, se mojan los pies, prometen las mismas cosas que el primero de enero –si en seis meses no las han cumplido, difícil será que las cumplan en los seis siguientes- y violan el sagrado rumor de las olas con potentes vomitorios de ruidos con que poder contonearse al son de un vaso con alcohol en la mano.
      La noche de San Juan me dedico, toda la noche, a leer con tapones en los oídos el mejor libro que se pueda leer, para esa noche, hasta las tres y media, hora y media antes que amanezca, en pleno conticinio. A esa hora observo por la ventana el devastador nocturama que las hordas salvajes han dejado a su paso, me pongo mi gorra, mi guerrera, tomo mi bastón... y salgo.
      La noche de San Juan recojo la basura que las hordas bárbaras dejan olvidada, bien por egoísmo, bien por falta de educación. Recojo los despojos que dejan atrás durmiendo borrachos, o inconscientes por el coma etílico, con esa  dudosa buena intención de recogerlos a la mañana siguiente. Con el bastón voy tanteando sus cuerpos inertes. La mayoría, al verme, se asustan e intentan levantarse como pueden y se van haciendo eses, algunos me dan las gracias, me dicen que soy un buen guardia y hasta quieren darme un besito con ese aliento de alcohol mezclado con vómito. Hasta que me tropiezo con algún cuerpo con tal cantidad de alcohol en su interior que le impide tan siquiera gemir cuando le toco con el bastón. Lo recojo y me llevo uno de esos cuerpos a mi casa, lo degüello en solemne silencio -ni se enteran los pobres- procurando que la sangre no se pierda, les chamusco bien el pelo, lo destripo, lo troceo y algunas partes hasta las deshueso y las pico; con las tripas limpias hago embutidos para todo el año; sazono algunas carnes y otras las congelo; de los huesos salen caldos para cocido muy sabrosos; la sangre con cebolla, tomate y orégano la reservo para los partidos oficiales de la selección o las finales de tenis. El alcohol la deja mucho más tierna y le da un punto de sabor que la aleja del pollo y la acerca al cerdo. Tengo carne para todo el año... hasta la siguiente noche de San Juan.

miércoles, 22 de junio de 2011

PENSAMIENTOS CRUELES

Este gordo ocupa mucho lugar. Piensa Juanita sentada al lado de Iván, dirigiéndose en el autobús hacía Oviedo. Que cruel soy, a mi me dijeron “fea el día que naciste no solo lloraron tus padres también lloro el cielo” y maldita la gracia que me hizo. ¡Que irónico, el día que nací llovió como si el cielo llorara!.
Iván miraba de reojo a Juanita “ si va oprimida en su asiento” ¿Que pensará de mí?, aunque ella mira que es fea. El día que nació debió de llorar hasta el cielo. Que cruel soy, tengo bastante con mirarme al espejo.

Una gran familia
-Este gordo ocupa mucho lugar -exclamó quien parecía que llevaba la voz cantante.
-Además, todos estábamos cómodos -dijo otro bien menudo.
-¡Yo casi no puedo respirar! –añadió uno diferente.
¡Basta! Tendremos que apretarnos. Pero, voy a conocer a nuestro nuevo compañero. Hemos de presentarnos, no hay que olvidarse de la cortesía. Al fin y al cabo vivimos todos juntos.
-¡Buenos días, amigo! ¿De dónde procedes? ¿Cuál es tu nombre?
-¡Buenos días! Respondió el recién llegado, con una voz grave y profunda. Pues verás de la Feria del libro. Soy ruso. Mi nombre es “Guerra y paz”. Sus miradas se encuentran y sonríen.

Malén

De relatos en cadena de La SER, sacados de los cajones perdidos.

Malén.

Atardeceres de Junio




Aromas de albaricoques, tardes de melocotón, colores de membrillo. Puesta de sol tras la ventana y voy cociendo poco a poco la mermelada. A fuego lento, lentísimo, escribo y doy vueltas, escribo y doy vueltas. Con mucha delicadeza y cuidado, para que no se pegue al fondo de la olla. Pruebo y añado azúcar. La magia de la cocción se instala en la cocina. Como las palabras se colocan en nuestros labios. A solas y sin pedir permiso. Ambiente del atardecer de los largos días del verano que ya se anuncia. Imágenes de caravanas cruzando desiertos, dorados, como los albaricoques, como las arenas, como los últimos rayos de este sol que ya se oculta.

martes, 21 de junio de 2011

TRUENA

Truena.

Me encanta cuando sucede, las nubes chocan, se rompe algo en el cielo, es tan poderoso, tan hermoso, tan incomprensible.

Escucha, otra vez. ¡Mira qué rayo!

1 2 3 4 5 6 trueno. La tormenta está a tres kilómetros de aquí.

¿Cómo lo sabes?

Divides los segundos entre dos y te sale la distancia.

¿Por qué?, la velocidad es igual al espacio partido por el tiempo, pero ¿qué unidad de tiempo tomas?, ¿cuál es la cifra de la incógnita de la velocidad?, ¿por qué divides entre dos? Eso es una paparrucha de abuelos.

¿Por qué te empeñas en joder cada momento hermoso?

Pero…

Ni peros, ni peras, quiero el divorcio.

Comienza a llover a chuzos, ahora la tormenta está encima de sus cabezas.

domingo, 19 de junio de 2011

El mundo según IKEA.

Si nunca te has sentado en un sillón Poäng (149 euros), todavía no sabes lo que es el descanso.

Ninguno de nosotros podía suponer, que la genial idea de nuestro padre de invertir toda la fortuna de la familia en el negocio de la cría y distribución de lombrices albinas, iba a conducirnos a la ruina. Padre jamás se equivoca, simplemente, el resto del mundo no está a su altura, no ven las cosas como él las ve.

Como siempre, encontró la solución perfecta a nuestra precaria situación económica y los cuatro, subidos en el coche, nos dirigimos a nuestra nueva vida.

IKEA, nos acogió con su aroma a salmón y madera, el coche quedó en el parking para clientes y nosotros, siguiendo el plan de padre, nos perdimos entre la muchedumbre que circula por los laberintos del gran almacén los sábados por la mañana.

El día pasó deprisa entre lámparas, sartenes, cuberterías y edredones nórdicos. Cuando apagaron las luces, los cuatro estábamos escondidos dentro del armario empotrado Glöhen (320 euros) y cuando cesó el ruido de reponedores y limpiadoras, salimos a disfrutar de la oscura soledad de nuestro nuevo hogar.

La comida, aunque poco variada (salmón noruego, pepinillos agridulces, salchichas, cebolla frita, queso negro, glög y galletas danesas), es abundante, las camas cómodas, las sábanas suaves y los edredones Menrod (120 euros) de dùvet artificial con fibras huecas, conservan el calor de tal manera que las estaciones no se suceden, solo hay una y es eterna, siempre es primavera en IKEA.

Los días han pasado y han cedido su lugar a las semanas, que dejaron paso a los meses que formaron los cuatro años que llevamos viviendo aquí. Mi hermana es la cajera más antigua sin contrato y con uniforme de la tienda, Mamá, muestra a nuestros clientes la infinita selección de lámparas en la sección de menaje del hogar, yo he encontrado la felicidad montando los muebles de quienes no saben seguir las sencillas y esquemáticas instrucciones de nuestros productos, escritas en todos los idiomas del mundo menos el nuestro, con un destornillador y una llave allen del 10, sustraídos del kit de montaje Spaten (19.95 euros). Y a padre… nunca le volvimos a ver después de la primera noche, pero hay días que creo reconocer su forma de andar entre los clientes, que creo verle llevando un carrito amarillo y un lápiz en la oreja, hay noches, que su profunda voz se deja oír por los pasillos repletos de estanterías hasta el techo, cargadas de esas cosas que nunca pensamos que podían existir y sin embargo, algún genio ha creado, cosas que no necesitamos, pero ahora aquí, se nos muestran imprescindibles. Porque, no nos engañemos, ¿Quién no tiene ya en su casa la escobilla limpiadora smurf (5.95 euros) que llega hasta y limpia los resquicios que el maldito estropajo verde de toda la vida ni siquiera puede imaginar?

Sin ti.


No recuerdo bien la hora, creo que el teléfono sonó a eso de las 17:00 h, era un sábado y yo, despreocupada, disfrutaba de una película; me dieron la noticia con cuidado, lentamente, con voz temblorosa y palabras delicadas; la realidad estalló en mil pedazos, se resquebrajó despiadada y contundente sobre la placidez de mi tarde y de mi vida.
A partir de ahí todo fue extraño, irreal casi. Llegó mucha gente repitiendo lo mismo, llegaron besos formales y sentidos, abrazos leves y fuertes, miradas cálidas y compasivas.
Y no es verdad, no es verdad lo que dijeron: el tiempo no ha curado nada; aunque mi boca vuelve a dibujar la mueca de la risa y cumplo con mis obligaciones diligentemente, tu ausencia omnipresente entre mi piel y mi alma, me recuerda cada día que no es que sea difícil, no, es imposible volver a saborear la vida como antes, sin ti.

jueves, 16 de junio de 2011

BARTLEBY CELEBRA BLOOMSDAY

Dedicado a todos los miembros de Valencia Escribe.


Siempre he pensado que la literatura hiere, pero también redime. Hace unos meses, mientras atravesaba una de mis crisis bartleby, mi hermana Tula vino al rescate, ejerciendo su papel de hermana mayor, para comentarme que tenía que entrar al blog de Valencia Escribe, que allí encontraría quizás lo que, sin saberlo, estaba buscando. Mi autoestima kafkiana me hizo recordar cuando en el colegio siempre era el último al que mis compañeros elegían para jugar al fútbol. Es curioso cómo funcionan los recuerdos. De repente aparecen para hacerte la puñeta, para espetarte en toda tu cara que no eres más que un tipo que arrastra complejos de la adolescencia como Marlow arrastraba sus enormes cadenas en la historia de Dickens. Entro con miedo, casi pidiendo perdón por haber llamado tan fuerte a la puerta. No os veo, os imagino. Aprendo a conoceros a través de vuestras palabras, pero también a través de vuestros silencios. Me gustáis porque en vosotros me veo reflejado. Escribo una historia sobre un tipo que le cuenta a su psicólogo que tiene un sueño donde una mujer aparece, naciente cual venus, de una maleta. Era lo primero que escribía desde que ocho meses atrás volví a abandonar a lo personajes de mi novela, dejándoles congelados en ese tiempo inexistente de las obras nunca acabadas. Terapia literaria, pensé. No he vuelto a escribir nada de mi novela, pero he vuelto a pensar en ella. Eso es gracias a vosotros. Juan Rulfo, uno de los escritores más importantes del siglo XX, sólo escribió dos libros: uno de relatos y esa pequeña gran novela titulada Pedro Páramo que un servidor venera leyéndola en un reclinatorio. Victor Erice, el mejor director de cine español después de Buñuel y Berlanga, sólo ha dirigido tres películas. Jeff Buckley sólo grabó Grace para después emular a Alfonsina y sumergirse en la Historia. La productividad es un concepto complejo y excesivamente bien valorado. No, no me engaño; sé que aún soy el chico que lee libros en lugar de jugar al fútbol. La única diferencia es que hoy es bloomsday y no la final del Campeonato del Mundo. Hoy es el día para gritar a los cuatro vientos que escribir es el acto más apasionante que aún somos capaces de hacer los hombres. Relatarnos, contarnos, presentarnos, conocernos, analizarnos, agrandarnos y empequeñecernos. Jugar con las palabras para que ellas acaben jugando con nosotros. Desnudarnos. Aquí estoy, completamente huérfano de las prendas que me visten a diario, a merced del tiempo y sus inclemencias. Y es que yo no soy más que lo que os cuento: un relato que ya concluye para siempre volver a empezar.

miércoles, 15 de junio de 2011

Cómo nace un texto, Jorge Luis Borges




Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder. En el caso de un cuento, por ejemplo, bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí "eso es una solución personal mía", creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo "si se trata de un cuento porteño", lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. Porque ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros muertos?: nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: "No, en tal barrio no se habla así, la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión."
El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano; y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula "por fantástica que sea" crea, por el momento, en la realidad de la fábula.

domingo, 12 de junio de 2011

A LA HORA DE LAS ESTRELLAS Por ÁNGELES MASTRETTA, los lectores de PAPELES PERDIDOS y LUIS MAGRINYÀ




El fantasma la visitaba algunas tardes, en los amaneceres, casi nunca en la noche. Se había acostumbrado a verlo desaparecer tras la puesta de sol. Casi siempre, a la hora de las estrellas, no quedaba sino un atisbo de cristales.
El fantasma tenía varias caras, una luz en la frente, otra en la boca. Era distinto siempre, aunque todas las veces que iba a buscarla lo acompañara la idéntica emoción que tiene lo que ya no se tiene. No siempre le abría la puerta cuando llamaba, entonces se le aparecía sin tocar, sólo a tocarla. Y con ese destello sí, se abría la noche.
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Entonces el fantasma escondía calendarios y relojes. Siempre traía nuevos trucos y juegos de manos. A veces hacía brotar plantas con flores brillantes de un perfume conocido, pero difícil de identificar, que espesaba el aire. Otras veces moldeaba vapores insinuando figuras que quedaban flotando por la habitación durante toda la noche. Las figuras iban cambiando de forma, bocetaban recuerdos, inspiraban historias, sugerían pensamientos. (Enviado por Victoria Garrido)
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Esa noche quiso hacerle una broma; escondió, antes de que el fantasma llegara, los relojes de la sala y el calendario que estaba sobre el escritorio. No abrió la puerta, apareció iluminando el salón desierto con el destello de sus luces. Merodeó un rato desconcertado. Entonces sucedió algo inesperado; la luz de su frente comenzó a titilar y la de su boca se apagó totalmente. Ella se angustió, intuyó que había hecho algo que podía quebrar ese hermoso sortilegio que esperaba todos los días cuando el sol se ocultaba.  Corrió hacia el escritorio, restituyó el calendario y los relojes. (Enviado por Beatriz Eugenia Oliveira)
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Esperó impaciente unos segundos hasta sentir que desde su garganta venía esa respiración jadeante, de vieja enferma,  que sonaba al compás de aquel reloj grande, de madera, que ahora volvía a establecer sus plazos con el repiqueteo incesante del tiempo. Sus ojos estaban abiertos y sus manos crispadas sobre la madera buscaban algún atisbo de luz y esa tibieza rezagada del  fantasma del crepúsculo. Trató de fijar la mirada en  aquel resplandor perdido,  pero todo estaba ¡tan brutalmente  anochecido! (Enviado por Andrea Castillo Sandoval).
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No veía nada. Empezó a manotear desesperadamente mientras tomaba conciencia de su ceguera. Tropezó con un mueble o algo que no supo reconocer. De pronto sintió los brazos firmes de alguien que la sujetaba por los hombros y le echaba un aliento de calma en los oídos. No eran palabras, pero lo comprendía. “Ven conmigo, déjate llevar”, decía él sin hablar. “No, de aquí no me muevo”, gritó ella aterrorizada. Una fría corriente la envolvió y la arrastró violentamente, a una velocidad sideral, hacia quién sabe dónde. Los brazos de él la seguían sosteniendo con la calidez de un suspiro. (Enviado por Ramón Santiago
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No supo si fueron horas o días los que viajaron. Cuando finalmente él la hizo comprender que habían llegado a su destino, ella sintió de nuevo la tierra firme bajo sus pies. La casa era parecida a la suya pero, al mismo tiempo, diferente. Los colores de las cosas cambiaban de un segundo al otro como si tuvieran prisa. Cientos de objetos cubrían las paredes y el techo.  “¿Dónde estamos?”, preguntó ella. “Bienvenida al destiempo”, oyó que alguien contestaba. Lo buscó por aquella locura de lugar, pero no pudo distinguirlo de los otros fantasmas que allí moraban. (Enviado por Cristina Jurado Marcos)
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Pero, si no pudo distinguirlo, fue porque los demás lo ocultaron, como si no quisieran que ella lo reconociera, o como si, se hizo evidente en un instante, tuvieran más derecho que él a ser reconocidos. La casa era mucho más parecida a la suya de lo que había podido ver en un principio: era realmente su casa, sólo que estaba poblada por sus muertos y por las pertenencias –de toda una vida– de sus muertos. El padre fastidiado, la madre generosa, el abuelo arruinado; estaba incluso la tía Judit, con su pamela rosa y su expresión de merecer algo más. (Enviado por Salvador Romera)
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Desvió la mirada hacia el reloj de una mesa, marcaba una hora  en punto: de la tarde o de la madrugada, de ayer o de mañana se preguntó; junto al mismo reconoció a su visitante, con gesto sereno le tendía una vaporosa mano, invitándola a avanzar entre una mesa y el reloj. Caminaron hacia otra estancia, donde había un murmullo de voces que le resultaban familiares, allí estaban sus amigos y algunos parientes que hacía tiempo no veía, todos ellos con gesto triste y revestidos con prendas oscuras; observaban un retrato de ella sobre el alfeizar de la chimenea. (Enviado por Anselmo Trápaga).
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Volvió de nuevo la mirada hacia el reloj. Tantos relojes, pensó... Pero este tenia agujas, y las agujas se mueven... Y si fueran verdad todas esas tonterias que habia escuchado durante años: el tiempo se puede parar, incluso podemos volver atrás, entonces..... retrasarlo, pero ¿cuánto? ¿Cuándo fué que el fantasma empezó a visitarla? ...¿No fué el mismo día que le hicieron el retrato de la chimenea? (Enviado por Lourdes Fernandez-Pacheco)
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El retrato... el retrato tantas veces admirado y disfrutado. Nada extraño en él, ni en su ejecución. Un buen artista que supo sacar lo mejor de ella. Un paisaje anodino detrás realzando la personalidad que penetraba al mirarlo. Lo recorrió centímetro a centímetro, no necesitaba ni verlo. Entonces era más o menos feliz, como siempre, como cualquiera. El peinado, el vestido, todo acertado, nada especial. La mirada segura, sintiéndose querida. Nada amiga de las joyas excesivas, sólo su eterno anillo aún acariciando su dedo. El colgante... de repente todo se hizo más claro. ¡El colgante de tía Judit! (Enviado por Jesús Orera Clemente)
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Era un camafeo chino de jade y plata. Se lo había traído de regalo en uno de sus viajes por Oriente. En su interior se escondía un reloj. Según su tía era una pieza  muy antigua y apreciada. Poseía propiedades mágicas. Nunca hizo caso de aquellas supersticiones y en pocas ocasiones lo lució, aunque le supo mal perderlo. El murmullo de voces familiares se había ido apagando, ya no estaban, habían desaparecido y el fantasma con ellos. (Enviado por Magdalena Carrillo Puig)
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"Puede usted pasar", le dice la recepcionista. Las cinco y media en punto en el reloj de pared de Ikea, modelo Bravur. La fecha bien visible en el calendario de mesa de Intermón Oxfam. 10 de enero de 2011. La enfermera sonríe esperándola en la puerta. El pasillo con diplomas enmarcados. En el escote de la doctora, ya con la mascarilla puesta, se balancea un osito de Tous. Sus ojos insensibles. El fogonazo de halógeno en la cara y, un minuto después, el pinchazo de la anestesia. "Dios mío, por favor, haz que salga de ésta". (Final de Luis Magrinyà

UN VIAJE INESPERADO

A principios de febrero, una llamada de teléfono me trastocó la vida. Oí la voz de una mujer al otro lado, la de Paula. No recuerdo sus palabras exactas  porque me perturbaron hasta lo indecible. Sustancialmente me dijo que se iba a Paraguay a ver a su hijo y que si quería acompañarla. Me dejó sin habla y con fuertes latidos en el corazón. Temí  que se saliera por libre en una carrera enloquecida adelantándose al inusitado viaje. Le contesté que sí,  sí,  sí..., aún sin pasar por el registro de mi yo consciente.
Fuera me oyeron, mi voz sonó inconfundible: Me voy a Paraguay. Nadie puso el grito en el cielo, me miraban con cara de entenderlo todo, no hacían falta explicaciones. Pasé unos días de la risa al llanto y del llanto a la risa, sin previo aviso. Visité agencias de viajes e hice los preparativos como en sueños. Parecía imposible. Pero llegó el día y, después de 28 horas de viaje, llegué directa al corazón de mi hijo que me esperaba en el aeropuerto con esa sonrisa suya y esos secretos que fue desgranando poco a poco durante los doce días en  que volvimos a compartir la vida cara a cara...
Ya he vuelto. He vuelto con la sensación de haber perdido a un niño y encontrado a un hombre, un hombre espléndido que, sin duda, seguirá sorprendiendome con el paso del tiempo...

miércoles, 8 de junio de 2011

Sueños de cine


Pasábamos el verano en un pequeño pueblo de las montañas de la provincia. Corrían los años 60 y el único espectáculo que había y al que podíamos ir los niños de la familia era a la sesión doble continua del cine Rialto. Yo era la más pequeña y mis hermanos, aunque a empellones, habían de cargar conmigo. Siempre, eso sí, a la primera sesión. La de la noche estaba destinada a los adultos.
Bien pertrechados con nuestras gaseosas y la merienda preparada en una bolsa, acudíamos emocionados al cine, a pasar las tardes de los domingos.
A la entrada, junto a la taquilla, unos grandes carteles dibujados a color con las caras de los protagonistas nos anunciaban la magia que nos estaba esperando: el oeste americano, el desierto de Arabia, la estepa rusa o los monstruos gigantescos de un viaje submarino. Y allí, mientras hacíamos la cola, se iniciaba mi fascinación al contemplarlos. Ese era el anticipo.
Ya en el interior nos recibía una gran sala de gigantesca pantalla, repleta de incómodos asientos de madera abatibles que, por supuesto, nos pasaban desapercibidos. Las primeras filas sólo poseían bancos corridos sin respaldo, por lo que siempre urgía llegar bien pronto para coger un buen sitio.
Las películas eran lo de menos a nuestra corta edad. Lo verdaderamente importante era la ventana que se abría ante nosotros cuando la sala se oscurecía. Y empezaba la aventura y nos sumergíamos en otros mundos.
Veíamos maravillados vidas de lujo, paisajes lejanos, casas que nada tenían que ver con la nuestra, soldados que batallaban en grandes guerras, tiroteos y persecuciones a galope de caballos, bailes y escenas de amor y múltiples situaciones tan diferentes que nos hacían perder, con los ojos como platos, y durante unas horas, cualquier contacto con la realidad.
Los bellos galanes y hermosas mujeres de la pantalla me hacían soñar y sentirme una de ellos, mi cuerpo bailaba al compás de las bandas sonoras. Entre música y bailes, mis hermanos se olvidaban de mí y volvían a casa.
Mi padre, ya acostumbrado, me recogía del asiento con sus fuertes brazos, mientras yo seguía soñando:
-¡Vamos, Lilí, ya es hora de irse a la cama!
La sesión de cine continuaba.

martes, 7 de junio de 2011

El jardín de Ángela

Ángela vivía en una casa grande y retirada a las afueras del pueblo. Hija única, la había heredado de sus padres y desde que ellos murieron, allí se pasaba los días pensando qué hacer con su vida. Hablaba sola por los pasillos, hablaba por  las alcobas, y sobre todo hablaba en el jardín. Las hortensias, las lilas, los geranios y las rosas eran sus confidentes y amigas, además de su gata Lía y del perrito faldero, Willy, que la seguía a todas partes...
Los días de sol estaba alegre, incluso cantaba mientras mimaba sus plantas. Los días de lluvia los pasaba enfurruñada dentro, mirando el agua resbalar por los cristales, escuchaba su repiqueteo constante y sentía que el universo entero lloraba con ella.
Un buen día vio brotar una extraña planta en una gran tinaja llena de tierra que tenía en un rincón del jardín. Sorprendida empezó a cuidarla con esmero y cada día se asomaba viéndola crecer lentamente un poco más. Una mañana pasó su mano suavemente entre la tierra y le pareció tocar una melena rizada de pelo fuerte y sedoso. A los pocos días creyó tocar la piel de una frente y cuál fue su sorpresa cuando otro día vio unos ojos grandes y negros que la miraban fijamente. Cuando afloró la cabeza entera, vio un bello rostro de mujer y una sonrisa que le encendió el alma. Ahora va por la cintura y Ángela la cuida con esmero, no tiene prisa, sabe que es suya y que lo será para siempre...

viernes, 3 de junio de 2011

LA HUCHA (II parte) Por Saluditero.

     (Hacía más de veinte años que había dejado de fumar...) y tenía suficiente dinero como para invertirlo en algo que fuera un valor seguro, algo que siempre tuviera un mercado pujante, algo de lo que la humanidad no pudiera prescindir aunque lo prohibieran (entonces estaría dentro del mercado negro, pero nunca me he considerado una persona racista) Así que la idea apareció en mi cabeza como una revelación divina, como un estallido clarividente, como una “mascletà”  neuronal. Tenía que invertir en tabaco, bien fuera en Phillip Morris, en British American Tobacco o incluso en Cohiba de La Habana. Es la ley del éxito rápido: dinero llama a dinero, pues tabaco, llama a tabaco; y en los tiempos que corren la ambición tiene que saltar por encima de cualquier tragedia...

jueves, 2 de junio de 2011

BOTÓN.

Bueno, pues a estas alturas de la película creo que podemos contar que el dinero sí que da la felicidad. ¿Qué no?. Si les condono la hipoteca de este mes verán cómo se les ilumina la cara.
     Soy Emidio Botón, el presidente del banco de Sant’Andrés, y les escribo para contarles algo que he aprendido durante estos años respecto del dinero. No es ninguna tragedia tener ambición en esta vida y sólo hay una, luego hay que aprovecharla. Yo soy feliz contando una y otra vez mi fortuna, que me he ganado a pulso dejando en la cuneta adversarios, porque el secreto de ganar mucho dinero es impedir que los demás lo ganen. Los que estamos en el negocio de la banca sabemos que cuanto más dinero, más felicidad; así que para ser feliz hay que hacer infelices a los demás, a ustedes concretamente.
     Gracias por su atención.

miércoles, 1 de junio de 2011

DINERO SUCIO


El día que conocí a José Luis Peñalver no podía ni imaginar el marrón que, años después, amargaría durante algún tiempo su existencia gris. Era propietario de una tienda de sombreros cercana a la mía, en la calle Mayor, y solía cruzarme con él con cierta frecuencia al inicio o al final de la jornada. A veces coincidíamos también en el bar de la esquina a la hora del almuerzo, donde yo devoraba con deleite un bocadillo de pan tierno y crujiente con jamón a la catalana, mientras él se tomaba un café a pequeños sorbos comentando la mala marcha de los negocios por ésta o por aquélla causa: crisis varias, competencia de los grandes almacenes, los cambios en las modas…
-Esto ya no es lo que era –solía afirmar- , antes se podía vivir de un pequeño comercio, pero ya no tenemos nada que hacer, es una auténtica ruina.
-Hombre, no será para tanto –le contestaba yo-, todavía tenemos fieles clientes que prefieren la confianza que depositan en nosotros antes que la impersonalidad de las grandes superficies.
El caso es que el hombre siempre estaba amargado y los domingos se le veía pasear serio y cabizbajo del brazo de su oronda señora, que saludaba al pasar con una tímida sonrisa.
Se pasó años con el mismo traje gris los días laborales de invierno que cambiaba los domingos por otro del mismo color pero un poco más nuevo y en verano lucía una camisa blanca y un pantalón ligero azul marino.
Rosa Benítez, su señora, tampoco hacía grandes dispendios en vestuario y solía llevar los mismos modelos temporada tras temporada sometidos a concienzudos arreglos para adaptarlos a la moda del momento.
Vivían en una modesta casa situada en el entresuelo de la tienda, en un edificio de seis plantas. No sé cómo era su mobiliario, ni los manjares que adornaban su mesa, pero sí veía muchas veces volver de la compra a Rosa Benítez con una pequeña cesta y su apagada sonrisa de siempre, era como si tuviera la necesidad constante de pedir perdón por algo que ignorábamos.
Con la última crisis económica que nos puso a todos un poco más serios, José Luis Peñalver dejó de frecuentar el café y ya casi no se le podía ver fuera de su tienda, llegando incluso a suprimir los paseos dominicales.
Pero la sorpresa llegó un lunes por la mañana, los comentarios se extendieron rápidamente por todo el barrio. Al parecer había habido una avería en los desagües de la finca donde vivían los Peñalver y la tienda había amanecido cubierta de mierda. Montañas de mierda por todas partes. Todo el género echado a perder. Cajas de borsalinos, de fedoras, bombines, sombreros de copa, boinas, gorras, sombreros de paño, pamelas, jipijapas o sombreros Panamá, Canotiers, todos cubiertos de mierda.
Pero lo más curioso era que José Luis Peñalver escondía, según se dijo, medio millón de euros en la trastienda, atesorados año tras año a base de continuas privaciones, que quedaron cubiertos de la desagradable sustancia marrón y decían que andaba enloquecido, profiriendo gritos y maldiciones mientras Rosa recogía el dinero y lo llevaba a la lavadora donde lo sometió a un programa de lavado económico del que salieron limpios y relucientes y dicen que luego puso los billetes a secar por toda la casa. Al poco tiempo de estos hechos traspasaron la tienda y no volvimos a saber nada más de ellos.

Ana María Vilchez C

Rafael estudiaba en la escuela militar cuando empezó a soñar con ideales de igualdad.
El quería llegar lejos ya que venia de una familia humilde. Siempre soñaba con ser Presidente de su país. Pasaron los años y fue planeando una estrategia p ara cumplir su anhelo. Por oportunidades que se presentaron, Rafael llego donde quería.
Un día se levanto como Presidente de la Republica, no importa como llego lo importante es que estaba allí. Tal vez un pueblo agotado de tantos políticos mediocres tuvieron las esperanzas puestas en Rafael.
Rafael presidente de una nación con muchos recursos económicos, minerales y personas preparadas. Empezó hacer cambio enamorando a un país a un modelo nunca antes vivido. Pasaron los años y Rafael se fue alejando de la realidad se fue enfermando de poder de ambición, no se veían los beneficios para su país. Rodeado de pura gente mediocre como el, fue acabando con su país. Y así quedo un país que pudo saltar al siglo XXI, pero Rafael sigue pensando como si estuviera en siglo pasado. Y el país estancado.

DINERO SAGRADO. Por Saluditero.

A VER, EN PIE... TODO EL MUNDO CON LAS MANOS EN ALTO. ESTO ES UN ATRACO. Pater, si es tan amable...el dinero de los cepillos me lo va poniendo en esta bolsa.
-Hijo, es que todavía no los hemos pasado...
-Y a que espera...
VENGA, RAPIDITO QUE NO TENGO TODO EL DÍA. YA PUEDEN IR DÁNDOLE A MONSEÑOR JOYAS, BOLSOS, MÓVILES, CARTERAS Y PITILLERAS, Y SIN RECHISTAR, QUE ESTOY MUUUUUUY LOCO. NO QUERRÁN QUE LA BODA ACABE EN TRAGEDIA, ¿VERDAD?. SI ALGUIEN ESTÁ PENSANDO EN HACER UNA TONTERÍA PRIMERO DEBE SABER QUE ESTA RECORTADA ES DE GATILLO FÁCIL Y YO DE DEDO NERVIOSO. Y SI LES SIRVE DE CONSUELO PUEDEN PENSAR QUE SOY HACIENDA Y QUE LES HE PILLADO.
-Hijo, ¿no ves que tu ambición te va a condenar?
-Yo no soy su hijo, en todo caso su hermano. Y no me puedo condenar porque ya lo estoy. Esta mañana acabo de violar la condicional, perdón por lo de violar, Pater –los ganchitos de brillantes del recogido del pelo, también, señora mía- Además, esto es para los pobres. ¿No dijo Jesús que había que dar a los pobres para alcanzar el reino de los cielos? –gracias, abuela, va usted muy guapa- Pues yo le estoy facilitando el trabajo; no es que mi ambición sea alcanzar el reino de los cielos, porque soy republicano y de Canyamelar, pero con esto espero alcanzar, al menos, el final de año. Esto es dinero directo a las manos de los pobres –no se olvide el reloj, caballero...gracias- sin intermediarios que se lo queden con la excusa de que los portes son muy caros. ¿Qué a quién se lo voy a dar? Pues a mi familia, que es muy pobre. En cuanto a lo del perdón divino –Pater, se deja usted esa pulsera- hace tiempo que ya me aprendí de que va este negocio –usted es el padrino, ¿no? Pues vengan las arras. Las arras, idiota, ¿cómo me das las alianzas, con qué se casan entonces los novios, so inútil?- cuando era niño le pedía a nuestro señor todas las noches una bicicleta...nunca tuvo a bien concedérmela, así que cuando fui mayor la robé, y luego le pedí que me perdonara.
VALE, VALE, SILENCIO, QUE ESTAMOS EN LA CASA DEL SEÑOR. DAMAS Y CABALLEROS, PRÉSTENME UN POCO DE ATENCIÓN: GRACIAS A TODOS POR SU COLABORACIÓN Y CONTINÚEN CON LA CEREMONIA. MI ENHORABUENA A LOS NOVIOS Y SIENTO HABERLES ASUSTADO. POR CIERTO, EL ARROZ TAMBIÉN ME LO LLEVO. ES PARA LA BENEFICIENCIA. YA PUEDEN BAJAR LAS MANOS... PODÉIS IR EN PAZ.

-¡Paudencio!, ¡Paudencio!, despierta, que ya se ha acabado la ceremonia. Límpiate esa baba. Yo es que es la última vez que voy contigo a ningún sitio. Siempre me dejas en ridículo. ¡Paudencio!. Nada, que si quieres arroz, Catalina. ¡Me tienes muy harto, Paudencio!, ¡pero que muy harto!.



EL ATAÚD

Estaba decidido, era el tercero que probaba y resultó ser el más elegante y cómodo, cierto que era el más caro, pero… ¡qué demonios! el largo viaje bien lo merecía.
Sus allegados le consideraban un loco extravagante por preparar su funeral en vida, pero D. Heriberto que era muy metódico y escrupuloso para sus cosas, no quería dejar en manos ajenas tan importante acto social.
Estaba arruinado. Su mala suerte y su ambición convirtieron su corazonada en tragedia: el caballo al que apostó todo su dinero, acabó rodando por el suelo.
Su lema era: “antes muerto que sin plata”, y allí estaba decidido a seguirlo.
Miró las fotos: Su traje de terciopelo carmesí ribeteado en oro, lucía esplendido sobre el fondo de seda blanca del imponente ataúd, pronto los buitres que le rondaban podrían admirarlo. Esa parte voy a perdérmela, -pensó contrariado-, mientras vertía el cianuro en la copa.